Sabin Salaberri Urrezko Zeledonak bere ekarpen berri bat bidali digu. Oraingoan pilota du berbagai, musikarekin lotuta egon diren zenbait pilotariren erreferentziekin. Beti lez, Sabinek maisutasuna erakusten du bere azalpenean, Noski, bera ere, musikari handi bat ez ezik pilotari bikaina dugu, oraindik ere.
No son muchas
las referencias que relacionen la música con el juego de la pelota. Ambas
actividades parecen encontrarse en las antípodas. La práctica instrumental exige
una sutil delicadeza de manos y dedos al pianista, al violinista y a todos los que
tañen un instrumento musical. Por lo que tiene prohibido jugar a la pelota,
pues el impacto de una bola dura y que llega a gran velocidad es demoledor para
las arterias y articulaciones de las manos.
No hay incompatibilidad, en cambio, cuando el pelotari practica una modalidad musical, que no exige una especial delicadeza de manos y dedos. Hay cantantes con afición a la pelota, como José Mardones, al que le gustaba este juego: lo practicó en su niñez y, de adulto, aprovechaba sus vacaciones en Fontecha para acudir a partidos en el frontón de Zuazo. Y hay pelotaris, como “Zurdo de Mondragón, que cantaba con entusiasmo y voz timbrada de bajo-barítono en el coro parroquial de
Zurdo de Mondragón |
Menos frecuente
es el caso de pelotaris que, al mismo tiempo, sean buenos ejecutantes de un
instrumento musical.Un ejemplo actual es el de Julen Martija, que tuvo que
abandonar sus estudios musicales en quinto de piano, para poder dedicarse
profesionalmente a la pelota.
Para el recuerdo
queda la figura de Miguel Soroa, reverenciado en la cancha y fuera de ella, dueño
de “una zurda maravillosa y sin parangón en elegancia”,“beti gizon eta
kantxan jaun” (1) según Ander Letamendia. Tocaba bien el acordeón y, en su
juventud hasta entregarse de lleno al frontón, se dedicó a actuar en las
fiestas de los pueblos. Se labró un nombre en el mundo de la música popular y la
música retrasó su llegada al mundo de la mano profesional, pues debutó con 25
años. En sus tiempos de acordeonista y también después en plena actividad
deportiva, fue organista en la iglesia de su pueblo, Elduain.
Modelo parecido
es el de Josemari Larrañaga“Txortena apaiza”, hijo y sobrino de los
hermanos Larrañaga "Txortena", pelotaris profesionales de
Zumaia. En el Seminario Diocesano de Vitoria coincidí con él en las clases de
piano de don Tomás Echávarri. Josemari jugaba a la pelota con solvencia,
incluso con profesionales. Por ello tenía unas manos callosas y unos dedos deformados.
Pero consiguió tocar decentemente el piano y cumplir como organista en las
parroquias que regentó.
No fue ni el
primer caso ni el último de sacerdotes aficionados al juego de la pelota. En
toda la zona “pelotazale” los sacerdotes han sido sumamente aficionados a la
pelota, tanto a verla como a jugarla. En Euskal Herria era costumbre que muchos
de los curas de las diferentes localidades fueran público obligado en los
partidos que, después de misa mayor, se disputaban en la plaza del pueblo. Teniendo
en cuenta que en muchos casos se trataba de defender el orgullo del pueblo
contra el vecino, y que al cura le tocaba ejercer de juez, parece normal que la
presencia obligada entre el público le acabara llevando a esta figura a pie de
cancha. No sólo eso, sino que muchas veces era el mismo cura quien participaba
en la lid. Era de lo más normal el contemplar un partido de pelota entre
aldeanos y curas. Algunos curas destacaron por su destreza. A veces se hicieron
famosos con su saque. Restador estupendo fue Zenón Echaide de Aranaz, que llegó
a ser chantre de la Real Capilla en Madrid; como “Zurdo” y “Sustarra”, supo
congeniar su habilidad de pelotari con su profesión de cantor.
A Vicente Goikoetxea
le gustaba el juego de pelota. Verlo, no jugar, claro está. De niño jugaría sin
duda en el “kontzejupe”, enfrente de su casa en la plaza de Aramaio. De mayor
ya no podía practicar el juego, pero sí presenciar partidos. Recogemos una
interesante anécdota, narrada por J. Izurrategi en “Azkoitia, 1950”.
“Eran los años (en
los) que se había instaurado nuevamente el canto gregoriano, llamado aquí
“Liburu aundiko cantue”. Dos destacados pelotaris de Azkoitia jugaban un
partido difícil y competido contra otra pareja en el frontón de Lekeitio por
las fiestas de San Antolín. El juego desarrollado por la pareja azkotiana debió
(de)ser de lo más espectacular e impresionante debido principalmente a nuestro
delantero (“Sustarra I”) quien por su chispeante ingenio y jugadas
desconcertantes desbarataba al mayor enemigo. Lograron la igualada a veintiún
tantos y, entre ensordecedor griterío y ovación estruendosa, ganaron el
partido. A la salida un sacerdote acompañado por otro seglar esperaba al
delantero azkoitiano para darle la más entusiasta enhorabuena. El sacerdote era
el más eminente compositor de estos últimos tiempos: D. Vicente Goicoechea. Él,
que fue adalid de la reforma musical, no perdió ocasión para decirle a nuestro
pelotari, que se había enterado que en Azkoitia también habían comenzado por el
buen camino del arte sagrado. Nuestro pelotari, pasando su mano derecha de
arriba abajo por la nariz, le contestó:
-
Nun?Azkoitin? Nai nuke jakin, zein dan musikaberri
ori asmatu duena!
-
Zer ba? – le dijo Goicoechea – Zer egingo zenduke?
-
Zer egin? Oso osorik artu et itxasora botako nuke.
-
Ez, Andrés, ikusiko dozu oraindik nola gustatuko zazun.
Itz egingo dogu beste tarte batean. Zorionak orain eta beste bat arte. (2)
Así es, yo que soy testigo de mayor excepción de este caso, puedo afirmar que el popular pelotari y asiduo cantor de la parroquia es el ejemplo viviente de tal profecía, uno de los más entusiastas de la buena música”
Julio Valdés,
sobrino de Vicente Goikoetxea, fue un compositor religioso de formación sólida e
inspiración exquisita. Estudié con él Armonía en el Seminario de Vitoria. No le
gustaba el futbol. De criterios morales muy rígidos, consideraba impúdico y
rechazable que los seminaristas jugaran en “meyba”. En cambio, le gustaba, como
a su tío, el juego de pelota; quizás porque los pelotaris lucían una vestimenta
decente y honesta, como él consideraba que debía vestirse un deportista.
Mantuve con don Julio una relación entrañable; no en vano su madre, Ángela, era de Aramaio y amiga personal de mi abuela Generosa. Me contó que, allá por los años cincuenta del siglo pasado, propuso al ayuntamiento de Aramaio la construcción de un frontón, para el que, de entrada, ofrecía generosamente una aportación económica muy estimable. Su propuesta no se llevó a efecto por causas, que no es momento de comentar. Entonces don Julio pidió al ayuntamiento, que destinaran la cantidad aportada por él a las obras que estaban a punto de comenzar en la iglesia parroquial.
Juan de Irigoyen (margoa) |
Juan Irigoyen Gerrikabeitia, de Bergara, fue un personaje curioso e interesante. De gran erudición, Doctor en Filosofía y Letras, miembro del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, miembro asimismo de Eusko Ikaskuntza, en 1924 era redactor jefe del periódico Excelsior y, más tarde y hasta su muerte, cronista de pelota y crítico musical en la Gaceta del Norte. Como redactor y creador de opinión en ambos apartados, resume perfectamente la simbiosis existente entre el gusto por la música y la afición a la pelota.
Fue montañero,
navegante, pelotari y un más que aceptable cicloturista. Se definía a sí mismo
“como un tanto arlote, extraño a profesión política, un poco montaraz,
pelotari, vagabundo del mar, diletante de cosas raras y para colmo de excentricidades
archivero, bibliotecario y arqueólogo”. Estuvo un tiempo en Palencia preparando
su tesis doctoral sobre Alfonso de Berruguete. “Allí me entregué al sport,
me tomaban por un loco, no hubo pueblo que hubiese algo parecido a un frontón,
que no jugase. También la bicicleta; iba y venía con frecuencia a Burgos,
Valladolid, Segovia. Una vez de Palencia me vine a Bilbao yo solito”. Dada
su gran envergadura, sus amigotes le gastaban bromas: “¡Agáchate, que das en
los alambres! ¡Pobre bici!” Él, de buen carácter y un tanto socarrón, aceptaba
estoicamente los comentarios.
Su afición
deportiva prevalente era la pelota. En su momento una pareja famosa en el
frontón Euskalduna, cuna de la pala en Bilbao, era la formada por Juan Irigoyen
y Barturen. Destacaba el tamaño descomunal de Juan frente a Barturen, más
menudito. Los recoge en los periódicos una bella caricatura de “Beko”.
Pero Juan de
Irigoyen no ha pasado al recuerdo por sus hazañas deportivas, sino por sus
excelentes dotes de escritor. En Excelsior y La Gaceta del Norte escribió artículos
acerca de los temas más variados: música, pelota, náutica, costumbrismo social,
historia, pájaros cantores. En el año 1926 publicó el libro Pelota Vasca,
donde traza semblanzas de los pelotaris famosos del momento, añadiendo con una
rigurosidad y sabiduría admirables un minucioso y detallado análisis del juego
y características del jugador.
Terminamos con
una historieta que contaba con humor el propio Irigoyen. Paseando un día por el
monte por los alrededores de Bergara, se topó con un aldeano, al que se le había
entorcado el carro de bueyes en un charco del camino. Juan se dirigió a él:
-
“Ik idiak xurgatu, nik gurdia gurpilaren ondotik altxatzen
dudan bitartean” (3)
Así lo hicieron
y el carro salió del barrizal. El carretero, sorprendido y agradecido exclamó.
- “Entzunda neukan ez dagoela animalia aundi bat txarra danik” (3)
(1) Siempre caballero y en la cancha señor
(2) ¿Dónde? ¿En Azkoitia? Quisiera saber yo quién ha inventado esa nueva música
- ¿Qué pues? – le dijo Goikoetxea- ¿Qué harías?
- ¿Qué haría? Le cogería tal cual y le echaría al mar
- No, Andrés; verás como pronto te gustará. Hablaremos en otra ocasión. Felicidades y hasta pronto.
(3) - Tú azuza a los bueyes, mientras yo levanto el carro a la altura de la rueda
- Ya había oído alguna vez que no hay animal grande
que sea malo
Testua: Sabin Salaberri
Argazkiak: JMVM, Bilboko Euskal Museoa