Texto leído por Josemari Velez de
Mendizabal en el homenaje al maestro que fue de Agurain-Salvatierra, celebrado el
18 de diciembre de 2016, con motivo del centenario de su fallecimiento.
Testu hau 2016ko abenduaren 18an irakurri zuen Josemari Velez de Merndizabalek, Marcos Sagasti zen maisuari Agurainen egindako omenaldian, hil zeneko lehen mendeurrena burutu zela.
Testu hau 2016ko abenduaren 18an irakurri zuen Josemari Velez de Merndizabalek, Marcos Sagasti zen maisuari Agurainen egindako omenaldian, hil zeneko lehen mendeurrena burutu zela.
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Marcos Sagasti |
De mi abuelo Jose María Azkarraga tuve siendo
yo un crío la primera noticia de Marcos Sagasti. Solía contar aquél que en
vísperas del día de San Nicolás ensayaban en la escuela la copla petitoria que
se canta en ese día, y que cuando Don Marcos oía pronunciar "...semos
escolanos del glorioso San Nicolás" repetía todos los años, con
infinita paciencia: "no se dice semos, se dice somos" A mí se me
quedó grabada esa frase, y cada vez que la recuerdo me viene a la mente la
figura de Marcos Sagasti.
Anécdotas aparte, y motivado porque mi disertación ha de ser muy breve, he de remarcar que Sagasti fue un maestro que marcó escuela, que creó escuela. Que es, a mi modo de ver, el mejor calificativo que se le puede dar a un maestro. Crear escuela no es una asignatura fácil, ni mucho menos. Requiere de unas cualidades muy especiales, siendo la fundamental la de ser un auténtico maestro; un maestro enamorado de lo que está haciendo, enamorado de su oficio, enamorado de su entorno, enamorado de sus alumnos. La vocación ha de superar al oficio. Se puede ser maestro sin vocación, pero nunca se creará escuela sin ese impulso supramaterial, indefinible, que guía los pasos de la persona convencida de su destino en la docencia.
Marcos Sagasti estuvo convencido desde que era
aún un niño de que su puesto en esta vida era el de hacerse cargo de la primera
educación de sus alumnos. Una primera fase educativa que va a marcar, en la
mayoría de los casos, el rumbo de la persona. Es en ese período de nuestras
vidas cuando se nos marca y orienta por el camino a avanzar.
José María Azkarraga |
Tenía
doce años cuando un tío suyo, a la sazón cura en aquel pueblito, viendo la
progresión en los estudios elementales del sobrino recomendó a los padres que
Marcos estudiara la gramática latina.
Pero he aquí que en Ullibarri Arana quedó libre la plaza de maestro y el
ayuntamiento pidió al chavalín que ocupara interinamente aquélla, hasta que se
nombrara oficial sustituto. Así lo hizo durante seis meses.
Y
de manera interina, sin poder dar opción satisfactoria a su vocación para el
magisterio, ejerció desde 1853 hasta 1858 en localidades como Atauri y Onraita.
Con diecinueve años pasó a Bilbao, de pasante en un colegio, donde siguió sin
encontrar la manera de incorporarse a su auténtica vocación. Y decidido a dar
debida respuesta a la llamada de lo que antes he definido como impulso supramaterial indefinible, se
matricula en la Escuela Normal Superior de Maestros de Vitoria, en el curso
1860-1861.
De manera inmediata dio muestra de sus
aptitudes (y actitud) para la enseñanza. En su segundo curso en la
Escuela fue elegido para dar clases a alumnos de primer año. Y con fecha de 23
de octubre de 1862, estando matriculado para el tercer curso, el Ministerio de
Fomento expidió el título que acreditaba a Marcos Sagasti como maestro
elemental. En la apertura de aquel tercer curso se leyó un memorándum en el que
se decía: “Merece particular mención el alumno D. José Marcos de Sagasti,
que con un regular talento y una aplicación constante ha obtenido la nota de
sobresaliente en todas las asignaturas que ha cursado”
Estamos en junio de 1863 y, nada más terminar
Sagasti la carrera, se convocaron oposiciones para los pueblos de Salvatierra,
Llodio y Elciego. Como se sabe, el cargo de maestro dependía del Ayuntamiento,
y reunida la comisión municipal aguraindarra para valorar las candidaturas
presentadas falló el segundo lugar a favor de Marcos Sagasti, el cual se vio
beneficiado por la renuncia de quien había quedado en primer lugar. Por lo
tanto, ya tenemos nuevo maestro municipal en Salvatierra, que cobrará la
cantidad de 900 pesetas de dotación fija, más casa y 200 pesetas de
retribución.
Don Marcos Sagasti tomó posesión de su puesto
de responsable máximo de la educación elemental en esta villa el 1º de enero de
1864… Y no cesaría en su labor activa hasta el 31 de marzo de 1906. Es decir,
cuarenta y dos años largos de servicios.
Escribe mi abuelo José Maria Azkarraga en el
libro dedicado a D. Marcos, “ Cuarenta y dos años y tres meses sin que haya
dispuesto de quince días de vacaciones, de esparcimiento… Solo ese mártir de la
enseñanza ha sido capaz de sostener tan grave peso… Aquí está reflejado ese don
admirable de virtud, altruismo, de bondad y de nobleza de sentimientos, que
tanto adornan al señor Sagasti”
Marcos Sagasti, 1916ko omenaldiko egunean |
Aspectos
académicos y méritos de Marcos Sagasti
Pertsonaren merituak ez dira nork berak
bere buruari eskainitakoak baizik eta haren inguruan dabiltzanek emandako balorazioaren ildotik datozenak. Marcos Sagastiren kasuan ere hala da.
Areago, Aguraingo maisu handi horren gisako nortasun apaletik nekez ondoriozta
daiteke ezer subjektuaren nortasun eta merituak behar bezala neurtzeko.
Voy a leer un pequeño extracto de un artículo que el escritor Ricardo
Becerro de Bengoa publicó en la Revista de las Provincias Eúskaras – de Fermin
Herrán- en 1879, tras su paso por Salvatierra o Agurain, como él lo recuerda y
que ya lo recoge en su librito Jose María Azkarraga:
“Encontré
a la villa de enhorabuena con el maestro que tiene. Si la regeneración de
nuestra patria (2) ha de salir de la escuela, la antigua Agurain, la pacífia
Salvatierra, está dando ya con abundancia su contingente de hijos regenerados.
Aquellos niños que solicitan de sus madres con insistencia todas las mañanas
que los avisen pronto para ir a la escuela…Asistí con el corazón lleno de gozo
al acto de los exámenes, verdadera fiesta, humilde en las apariencias, pero
superior a todas las que la villa pueda celebrar por su alta y significativa
trascendencia. Envío a Salvatierra mis plácemes y al entusiasta maestro D.
Marcos Sagasti mi felicitación más cumplida”
Había sido una
auténtica prueba contra reloj la que Sagasti asumió en orden a hacer posible
que el colectivo infantil tuviera una regeneración básica en su formación.
Narra José María Azkarraga que el nuevo maestro se encontró con una escuela
abandonada en el más amplio sentido de la palabra, es decir tanto material como
moralmente. Pero aquél no escatimó ni un ápice de su capacidad, y supo poquito
a poquito darle la vuelta a la situación. Incluso financió de su bolsillo algún
tipo de material para que los niños pudieran gozar de estímulo en sus estudios.
Pronto el pueblo de
Agurain se dio cuenta de que habían acertado con la elección de maestro. Tal es
así que en 1864 la Junta de Instrucción Pública de la Provincia le concedió la
medalla de plata, por su celo en pro de la enseñanza. No llevaba aún un año como
maestro municipal.
Los chavales acuden
más y más a la escuela y ya en 1865 el Inspector de educación considerada
excesiva la matrícula de alumnos que atiende Sagasti. Con lo que el
Ayuntamiento decide crear una plaza de pasante, con alumnos aventajados, para
los que se habilitaría una antesala, como aula. Y ahí Marcos Sagasti mostró
dotes de observador y tras unos pequeños fracasos a la hora de nombrar
ayudantes que no mostraron aptitudes para la docencia, se decidió por Alejo
Kintana Iturrospe, natural de Alangua/Agurain, y por Felix Arano Sáez de Adana,
natural de Agurain. Arano era un poco mayor, con doce años.
Federico Luzuriaga, Felix Arano, Jose Maria Azkarraga, 1916ko omenaldian |
Alejando Gali, gran
pedagogo catalán de principios del XX, dice en uno de sus artículos:
“Es
conocido Mondragón en todo el País Vasco—incluso Navarra—por su fundación
escolar Viteri, filántropo vasco, constructor de escuelas; y por el maestro de
la fundación don Félix Arano, que se ha significado hace ya años en la
enseñanza perfecta del cálculo mental y de toda la aritmética primaria.
Tiene D.
Félix Arano ciento cuatro niños matriculados, de los que no faltan a clase
arriba de un cinco por ciento. Están colocados los ciento y tantos niños en
cuatro filas de bancos bipersonales, esperando con el mayor silencio las
palabras del profesor…
Dice D.
Félix Arano con orgullo, que alumnos que residen a una distancia de cinco
kilómetros, si, por ejemplo, tienen alguna ocupación inexcusable por la mañana,
se presentan a primera hora en la escuela, haciendo para ello sus cinco
kilómetros de ida y cinco de vuelta, nada más que para presentar su trabajo,
recoger los nuevos temas y ofrecer las oportunas excusas.
… Hemos
podido cerciorarnos de que el maestro trabaja honradamente, que no explota al niño, que no hace uso
de ningún ardid, que pone en su labor su corazón, sus sentidos, su vida toda y
que se siente feliz”
Eso que dice Gali,
Arano lo aprendió de su profesor Marcos Sagasti. Fue la primera lección que
asimiló aquel chaval en su estancia junto a Sagasti: tienes que ser feliz
para cumplir con tu obligación docente. Si no es así, el modelo fracasa y
con él los alumnos corren serio peligro.
Luzuriaga hizlaria eta publikoa, 1916ko omenaldian |
“Yo me veo
rodeado de todos
vosotros en este día
solemne en que por
vuestras atenciones y
cariñosas deferencias, paréceme
que me hallo
en familia, como
cuando un padre
amante se rodea
de sus hijos amadísimos,
porque lo que
mis ojos ven
y mis oídos oyen,
y siente y conmueve
todo mi espíritu,
no cabe ya en
inteligencia tan pobre como
la mía, ni hubiera
podido jamás fantasear
mi pobre imaginación.
Libro de José María Azkarraga |
Mas habéis de
dispensarme que os
hable con sinceridad
y llaneza; os
habéis excedido a vosotros mismos dejando
rebasar los afectos
de vuestro nobilísimo
corazón. Este pobre
anciano, jamás ha
contado alientos para escribir
su nombre a
la altura que
vosotros lo habéis
levantado. La posteridad, cuando
lea esas inscripciones y
rótulos, os bendiga
por vuestros hidalgos sentimientos;
en tanto, Dios
mío, os pido con
toda mi alma que
después que conduzcan
mis restos al sepulcro,
con tal que acojáis
mi alma en vuestro
seno, se cumpla
en mi vuestra inspirada sentencia:
Desapareció su memoria
de los hombres con el
sonido de la
campana”
Las crónicas dicen
que asistieron 7.000 personas – un poco exagerado se me antoja- pero de lo que no tengo duda es de que a
continuación se reunieron en la Casa Consistorial unas 80 personas, incluidos
organizadores y sacerdotes, para el correspondiente banquete.
Me voy a atrever a
decir algo sobre la estatua erigida en honor de Marcos Sagasti, o más bien,
sobre el lema que se lee en aquél. Se trata de la frase, “Virtus parit
honorem” Da la casualidad de que en la fachada de una casa
palacio del siglo XVI en Mondragón, la de los Bañez de Artazubiaga, se lee "Solus labor parit virtutem;
sola virtus parit honorem" ¿Sería Arano el que propuso eso de
que la virtud pare honor? Tiene toda la pinta de que así fuera.
Obviamente, a nadie le amarga un dulce y suelen ser muy bien
recibidos los premios y distinciones que se nos hacen a lo largo de la
trayectoria laboral o extralaboral. Pienso, porque era humano, que a Marcos
Sagasti le pasaría algo semejante, y que los galardones y gratificaciones
materiales que vino recibiendo en vida le alegraron el día a día. Por ejemplo,
La Gaceta de Madrid (el BOE de la época) recogía el 5 de mayo de 1893: “Se le ha
remitido el nombramiento de Caballero de la Orden de Isabel la Católica á D.
Marcos Sagasti, Maestro de Salvatierra (Álava)” Se
trataba de uno de los reconocimientos honoríficos más sobresalientes que un
abnegado profesional de la enseñanza podía recibir.
Pero
todos los premios y condecoraciones quedan atrás cuando se escuchan palabras de
quienes te rodean diciéndote, como le dijeron a Marcos Sagasti, Don Marcos,
aquel día de su homenaje en su Agurain adoptiva: “Formaste hijos honrados,
diste hombres ilustres a la sociedad y ciudadanos útiles para la patria; por
eso eres acreedor al respeto y veneración, al homenaje sencillo que te
ofrecemos”
En
cuarenta y dos años largos fueron más de dos mil alumnos los que pasaron por
sus aulas, a los que ofreció una media de diez horas diarias de docencia. Se
jubiló de su profesión el primero de marzo de 1906. Hasta su muerte en 1916 aún
le quedaron otros diez años para, como escribía José María Azkarraga, “descansar
en el seno de la familia, entretenerse en sus aficiones o prácticas de
consumado horticultor, sin dejar de fijar su mirada en la escuela, pensando en
las juventudes educadas, sin olvidar que la escuela debe absorber toda la
atención de los pueblos, si quieren estos ser cultos y dichosos”
(1)
“Biografía de D. José Marcos Sagasti y Pérez de Mendiola” (D. José María de
Azcárraga. 1916. Imprenta provincial)
(2)
Hay
que tener en cuenta que el país estaba saliendo de la segunda carlistada, que
como lo define mi abuelo en el libro biografía-homenaje a Don Marco fueron
“días aciagos para el desgraciado pueblo vasco”