Eduardo Madinaveitia bazkideak bigarren ekarpena bidali digu, Madrileko kale-izendegian Arabarekin nolabaiteko lotura dauzkaten kale eta bazterren inguruan. Eskerrik asko Eduardo.
El socio Eduardo Madinaveitia nos envía una segunda
aportación sobre las calles y rincones de Madrid conectados de alguna manera con Álava. Gracias Eduardo.
============..===========
En esta ocasión mi paseo me llevó al centro de la capital, en
la zona del Palacio Real.
Empezamos este recorrido en la Plaza de Isabel II, desde la
que podemos contemplar la estatua de la Reina que le da nombre y la fachada
trasera del Teatro Real, un edificio que, como muchas personas, guarda su mayor
belleza en el interior.
El teatro se construyó en la primera mitad del siglo XIX,
entre 1818 y 1850, con proyecto del arquitecto López Aguado, sucedido a su
muerte por Custodio Moreno. Todos los avatares que se vivieron a lo largo de su
construcción dieron lugar a un edificio poco conseguido. Su interior ha
experimentado varias remodelaciones hasta convertirlo en el Teatro de Ópera
moderno que es hoy, dicen que uno de los mejores del mundo.
La estatua de Isabel II, realizada por José Piquer, se
inauguró en 1850, más o menos a mitad de su reinado.
Si, mirando hacia el Teatro Real, nos dirigimos hacia la
derecha, enseguida encontramos la calle Arrieta.
Arrieta era el apellido de mi abuela materna. En realidad el
nombre de la calle se debe al compositor navarro Emilio Arrieta, que falleció
en el número 8 de esta calle, cuando aún se llamaba calle de la Biblioteca. En
España hay varios pueblos llamados Arrieta; incluso tengo una foto en la isla
de Lanzarote ante un cartel que indica una localidad llamada así. Pero a mí me
recuerda el pueblo de nuestra Llanada que podría ser el origen del apellido del
músico.
En la calle Arrieta encontramos un edificio singular,
actualmente en obras: la Real Academia de Medicina. En ese mismo lugar se
ubicaba la Biblioteca Nacional hasta mediados del siglo XIX, que daba nombre a
la calle. (1)
Arrieta es una calle corta, que termina en la Plaza de la
Encarnación. Mirando al frente al terminar la calle podemos ver el Convento de
la Encarnación
que bien merece una visita. Se trata de un convento
construido a principios del siglo XVII, en tiempos de Felipe III; el arquitecto
fue fray Alberto de la Madre de Dios, uno de los mayores arquitectos del primer
barroco español.
Girando a la izquierda frente al convento, hasta situarnos
casi en paralelo a la calle Arrieta, nos encontraremos con la Plaza de Oriente,
con el majestuoso Palacio de Oriente ocupando la mayor parte del horizonte
hacia la cornisa Oeste de Madrid.
La Plaza de Oriente es el feudo de uno de los alaveses que ha
triunfado más en España: el Cura Lezama. Luis de Lezama, nacido en Amurrio,
periodista además de sacerdote, es uno de los precursores de la cadena COPE, la
radio de la Iglesia, a principios de los años setenta. Pero como ha sido
siempre más conocido es por su faceta como hostelero, con un grupo compuesto
por más de veinte restaurantes situados en varias ciudades de España y Estados
Unidos.
Este imperio hostelero nace como parte de su obra social: a
principios de los años setenta funda La Taberna del Alabardero, para dar
formación y trabajo a un grupo de jóvenes marginados con los que trabajaba en
un albergue del barrio de Vallecas.
La Taberna del Alabardero no está propiamente en la
Plaza de Oriente (curiosamente una de las plazas más occidentales del centro de
Madrid) sino en la calle de Felipe V, frente a una de las fachadas laterales
del Teatro Real.
Los que sí están en plena plaza, ocupando casi toda la
fachada opuesta al Palacio Real (justo al lado del Teatro) son los otros
restaurantes del grupo: el Café de Oriente y la Botillería del Café de Oriente.
Son lugares en los que no es raro encontrarse con rostros
conocidos de la sociedad madrileña. En el Café hay un rincón dedicado al
dibujante Antonio Mingote, que tuvo allí su tertulia durante varios años.
En la plaza encontramos otro elemento que, al menos a mí, nos
recuerda a Vitoria: a lo largo de dos paseos situados a ambos lados,
perpendiculares al Palacio, encontramos un buen número de estatuas de reyes de
los diferentes reinos que acabaron formando España: Asturias, Navarra, León,
Castilla, Aragón y algunos reyes visigodos de antes de la invasión musulmana.
En el Parque de la Florida, donde tanto jugué a la salida del
Instituto, existen cuatro estatuas de esa misma colección. Son las
correspondientes a Ataúlfo, Sigerico, Teudis y Liuva I.
Intenté buscar a Sancho el Sabio o algún otro rey que tuviera
relación con Vitoria, sin éxito. Hasta que encontré que Ataúlfo no sólo
está en la Florida, también en la Plaza de Oriente.
Se cuenta que, cuando en el siglo XVIII se construyó el
Palacio de Oriente, tras el incendio del Alcázar, se quiso adornar sus fachadas
con estatuas de todos los reyes que hubiera habido en la zona cristiana de
España a lo largo de toda la historia. Pero alguien se equivocó en los
cálculos: la estructura del palacio no resistiría el centenar de estatuas de
piedra de más de dos metros de altura que se habían construido. Así que se
decidió distribuir las esculturas sobrantes por diversos lugares, entre ellos Vitoria.
En la Plaza de Oriente hay veinte. Y no sé si hay muchas personas que sepan que
Ataúlfo está en dos lugares a la vez: en el Parque de la Florida de Vitoria y
en la Plaza de Oriente de Madrid.
Abandonamos la Plaza de Oriente y nos dirigimos hacia el Sur,
dejando a la derecha la Catedral de la Almudena. La explanada que se sitúa
entre el palacio y la catedral merece una visita a la hora de la puesta de sol.
Ahora giramos hacia el Este. Tomamos la calle Mayor en
dirección a la Puerta del Sol, iremos dejando a los lados edificios muy
interesantes como la sede del Consejo de Estado, el Instituto Italiano de
Cultura o la Plaza de la Villa, con el antiguo Ayuntamiento.
En la acera de la izquierda, ya muy cerca de la Puerta del
Sol, podemos tomarnos un aperitivo en una de las pastelerías más bonitas de
Madrid, El Riojano,
que bien podría proceder de la Rioja Alavesa.
Justo detrás de la Puerta del Sol, en la calle de La Paz,
encontramos el Teatro Albéniz,
dedicado al compositor de ascendencia
vitoriana Isaac Albéniz. Vuelve a ser teatro, uno de los muchos que ofrecen
musicales, ahora compartiendo espacio con un hotel, después de diversos
avatares, entre ellos ser uno de los cines en los que se proyectaban películas
con las tecnologías más modernas de cada momento.
Desde ahí nos dirigiremos, ya como fin del paseo, hacia la
calle de las Huertas. Pasaremos por las plazas del Ángel y de Santa Ana, seguro
que muy transitadas; seguimos en una de las zonas más turísticas de Madrid. En
el número 13 de la citada calle, en una casa con una bella puerta modernista,
encontramos una placa de mármol que nos recuerda que en ella vivió y
murió Ricardo Becerro de Bengoa, escritor, catedrático, académico, diputado a
cortes por Álava y senador del Reino.
Siempre recuerdo que en la
calle de su nombre estaba el instituto donde yo estudié, en el edificio que
actualmente ocupa el Parlamento Vasco. Por cierto, mi otra abuela, la paterna,
se apellidaba Bengoa.
Becerro de Bengoa escribió varios libros sobre Álava (El
libro de Álava, Descripciones de Álava,...); además fue, como mi padre, Ramón
Madinaveitia, catedrático de Química, en su caso en el Instituto de San Isidro.
(1) Al pasar por el Teatro de la Zarzuela he visto que dentro de unos días ponen Marina, de Emilio Arrieta,
TRAS LAS HUELLAS DE ÁLAVA EN LAS CALLES DE MADRID. Un
paseo por Chamberí (1)
https://celedonesoro.blogspot.com/2024/05/tras-las-huellas-de-alava-en-las-calles.html
Testua eta argazkiak: EDUARDO MADINAVEITIA (Paseante)