1977ko urtarrilean liburu erosketa berezia egin nion, garai hartan nik imajinatu gabe, nire euskal idazle ibilbidean itsasargi moduko bat izango zen pertsona bati. Pertsona hori Iokin Zaitegi izan zen, lau urte geroago nire biografiatua bihurtuko zena. Zaitegi euskal idazle oparoa eta parekorik gabeko euskal ekintzailea izan zen, benetako Kixotea euskarazko gure kultur mundu txiki handian.
Beste lantegiren artean, Guatemalatik eta
Baionatik sortu eta zuzendu zuen Iokin Zaitegik Euzko Gogoa (1950-1956)
aldizkaria, garai haietako euskal intelektualen benetako topagunea. Hain zuzen
ere, nire erosketa haren objektuetako bat aipatu aldizkariaren bilduma osoa
izan zen. Bertan zegoen 1958ko irailean gure hizkuntzaren sustatzaile handia
izan zen Raimundo Olabideri eskaini zion zenbaki berezia. "Olabide'ren
goratzarrez" izenburupean Zaitegik garaiko idazle eta ikertzaile onenak
bildu zituen, bakoitzak bere ikuspuntutik eta esperientzia pertsonaletik
ikerlari eta sortzaile gasteiztarrari buruzko iritzia eman zezan.
Besteak beste, Sebero Altube, Manuel Lekuona,
Nikolas Ormaetxea "Orixe", Plazido Muxika, Andoni Urrestarazu
"Umandi", Nemesio Etxaniz, Piarres Lafitte, Patxi Altuna, Patxi
Etxeberria Bedita Larrakoetxea, Juan Kruz Ibargutxi eta Iokin Zaitegi bera izan
ziren euren iritzi eta ekarpenak eskaini zituztenak. Euzko Gogoaren monografia
hura Raimundo Olabiderekin lotutako edozein lanetarako ezinbesteko iturri
bihurtzen dute.
Argitalpen horren hirurogeita bosgarren
urteurrenean, bere garaian euskararen inguruko ikasketak zabaltzeko eta
indartzeko bultzatzaile eztabaidaezina izan zen pertsonari buruzko zenbait datu
erreskatatu nahi izan ditut. Katedra jarri nahi gabe -ez naiz hizkuntzalari
aditua- Olabide ezagutu zutenen iritzi batzuk adieraztera mugatuko naiz. Eta
mereziko du, gainera, Urrezko Zeledonen txoko honetatik omenaldi txiki bat
egiteko euskararen alde hainbeste egin zuen pertsonari.
Olabideri buruz zerbait idatzia nuen lehen ere,
hain zuzen ere, 1981ean Iokin Zaitegiri buruz argitaratutako nire liburu
biografikoan, hein handi batean Arrasateko jakintsuarekin izandako elkarrizketa
ordu kontaezinari esker gauzatu ahal izan nuen argitalpena. Eta liburu hartan Zaitegik
gogoratu zuen zenbat zor zion gasteiztarrari, harekin bat egin baitzuen 1921ean
Loiolan, Iokinek jesuiten ordenara eramango zuten derrigorrezko ikasketak egiteari
ekin zionean. Zaitegik zioenez, garai hartan, hamabost urte zituela, Olabide
txori arrarotzat hartzen zuen, arrasatearrak artean behar bezala estimatzen ez zuen
zerbaitetan murgilduta: euskara. Baina urteetara “Orixe”k Zaitegiren “Bidalien eginak”
libururako idatzi zuen hitzaurrean ere esan zuen Zaitegik Olabiderengan
irakasle bat izan zuela, gasteiztarraren bidetik ikasi baitzuen latinezko eta
greko klasikoak euskaratzen.
Baina sar gaitezen Raimundo Olabideren
bizitzan, aipaturiko 1958ko monografian parte hartu zutenek ikusi eta adierazi
bezala.
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En enero de 1977 hice una
compra especial de libros a una persona que, sin que yo en aquellos momentos
llegara a imaginar, iba a suponer una especie de faro en mi trayectoria como
escritor euskaldun. Esa persona era quien llegaría a ser mi biografiado Iokin
Zaitegi, prolífico autor euskérico y emprendedor vascófilo sin igual, auténtico
Quijote en nuestro pequeño gran mundo cultural en lengua vasca.
Iokin Zaitegi había creado
y dirigido desde Guatemala y Baiona, entre otras empresas culturales, la
revista Euzko Gogoa (1950-1956) verdadero punto de encuentro de la
intelectualidad euskaldun del momento. Precisamente uno de los objetos de
aquella compra fue la colección completa de la citada revista. En ella estaba el
número especial que en septiembre de 1958 dedicó al gran impulsor de nuestra
lengua Raimundo Olabide. Bajo el título “Olabide´ren goratzarrez” Zaitegi
reunió a lo más granado de los escritores e investigadores de la época para que
cada uno desde su óptica y experiencia personal aportara su parecer sobre el
investigador gasteiztarra.
Personajes como Sebero
Altube, Manuel Lekuona, Nikolas Ormaetxea “Orixe”, Plazido Muxika, Andoni
Urrestarazu “Umandi”, Nemesio Etxaniz, Piarres Lafitte, Patxi Altuna, Patxi
Etxeberria, Bedita Larrakoetxea, Juan Kruz Ibargutxi y el propio Iokin Zaitegi
desgranaron una serie de temas en torno a Olabide, que hacen de aquel
monográfico de Euzko Gogoa la fuente indispensable para cualquier trabajo
relacionado con Raimundo Olabide.
Cuando se cumplen sesenta
y cinco años de aquella publicación he querido rescatar de la misma unas pocas
particularidades acerca de quien fue motor indiscutible en su época de la
divulgación y reforzamiento de los estudios sobre el euskera. Sin querer sentar
cátedra alguna – no soy experto lingüista- me limitaré a plasmar algunas de las
opiniones de aquellos que conocieron a Olabide. Y valdrá además para que desde
este rincón de Celedones de Oro tributemos un pequeño homenaje a quien tanto
hizo por la lengua vasca.
Yo ya había escrito algo
sobre Olabide antes de ahora, precisamente en mi libro biográfico editado en
1981 sobre Iokin Zaitegi, publicación que – en gran parte- pude realizar
gracias a mis incontables horas de conversación con el sabio mondragonés. Y
Zaitegi recordaba lo mucho que le debía al gasteiztarra, con quien coincide en
1921, al comenzar su estancia en Loiola para cursar los estudios preceptivos
que le llevarían a pertenecer a la orden de los jesuitas. Zaitegi comentaba que
en aquel entonces en que contaba con quince años consideraba a Olabide como una
rara avis, enfrascado en sus estudios sobre algo que Zaitegi aún no llegaba a
valorar: el euskera. Mas en el prólogo que “Orixe” escribió para el libro de
Zaitegi “Bidalien eginak” (Hechos de los Apóstoles) llegó a aseverar que éste tuvo
en Olabide a un maestro del que aprendió cómo traducir al euskera los clásicos
latinos y griegos.
Pero vayamos centrándonos
en la vida de Raimundo Olabide, tal como lo vieron y expresaron quienes
participaron en el ya citado monográfico de 1958.
Escribía el jesuita
Plazido Muxika que Raimundo Olabide Karrera nació en Vitoria-Gasteiz el 15 de marzo de
1869. Su padre andoaindarra y su madre madrileña, también de origen de
Gipuzkoa. Vino al mundo en la plaza de la Virgen Blanca, y sus padres pronto se
dieron cuenta de la facilidad de su hijo para los estudios. Le gustaban las
matemáticas y fue adquiriendo conocimientos en música y ciencias naturales, por
lo que enviaron al chaval a estudiar con los jesuitas en Orduña. Tras concluir el bachiller en 1884 decidió ingresar
en la orden y ésta lo envió a Loiola. En sus estudios se distinguió en el
griego, que le sería tan útil en sus posteriores trabajos. De Loiola pasó a
Tortosa a estudiar filosofía. En Cataluña aprendió catalán, y tras terminar la
carrera emprendió su labor docente en Gijón, Valladolid, Salamanca y Oña.
Fue en Salamanca donde tomó
la decisión que le cambiaría la vida: estudiaría euskera. Era el año 1896.
Había topado con la gramática de Arturo Campión y esta publicación le abrió los
ojos sobre la necesidad de poder desarrollar su vida en la lengua de su familia
y de su país. Cuando años más tarde preguntaban a Olabide dónde había aprendido
euskera tan correctamente, él solía responder que en Salamanca.
Tras concluir el período
docente pasó a estudiar teología en Oña y fue allí donde dijo su primera misa.
Y fue destinado a Pontevedra lugar en el que reunió una pequeña biblioteca
especializada en el idioma vasca y así pudo publicar en 1914 su primer libro, “Gogo-inarkunak”
(Ejercicios espirituales) traducción del libro de tal título escrito por
Ignacio de Loiola. De la ciudad gallega pasó a Valladolid, y en la ciudad
castellana publicó en 1917 su segundo libro “Giza soina” una especie de
diccionario euskera-español, con más de 7.000 palabras para designar las
distintas partes del cuerpo humano. Y nuevamente pasó a residir en Orduña donde
en 1920 sacó a la luz su “Kistoren antzbidea”, traducción del “Imitación de
Cristo” de Tomás Kempis.
En 1921 ya residía en
Loiola y, como es sabido, como consecuencia del I Congreso de Estudios Vascos
llevado a cabo en Oñati en 1918, nació Euskaltzaindia, Academia de la Lengua
Vasca, de la que desde el primer momento Raimundo Olabide fue elegido
académico. Y es entonces, enfrascado que estaba en “Giza gogoa” su próxima
publicación cuando tomó otra de las grandes decisiones que le caracterizaban:
traduciría al euskera la Biblia. Hay que decir que ésta ya se podía leer en
lengua vasca gracias a una traducción de Jean Duvoisin, quien en 1865 la había
publicado en euskera labortano. Pero Olabide quiso dar un paso más y hacerlo en
un euskera más unificado. Esta fue la razón que esgrimió Olabide ante sus
superiores:
“Quería acabar con la
vergüenza de que un pueblo tan benemérito de la Iglesia y de la Compañía como
el nuestro continuara irremediablemente desheredado de la palabra de Dios, tal
como Él se dignó revelarla para todos. Y como no me gusta llorar estérilmente
lo que puedo remediar, me apresté al trabajo”
.
Se aplicó a su objetivo,
de manera particular y sin prácticamente ayuda. En 1931 publicó su “Itun
berria” o Nuevo Testamento. Y sin tomar descanso se afanó en el Viejo
Testamento. En aquella época vivía exiliado en Toulouse (Francia) y cierta
tarde un camión le atropelló en plena vía pública. Como consecuencia de ello,
el 9 de septiembre de 1942 falleció sin haber podido concluir su titánica
empresa.
Para poder dar término al
trabajo de Olabide, por propuesta de Plazido Muxika la Compañía tomó el acuerdo
de hacer regresar de Formosa donde estaba destinado al jesuita euskaltzale
Patxi Etxebarria, quien pudo concluir en 1958 la traducción al euskera de la
Biblia.
Nikolas Ormaetxea “Orixe” escribió en el
monográfico de Euzko Gogoa que Olabide le dio una dimensión diferente a las
diversas traducciones al euskera que abordó en su prolífica carrera. Aseveraba
en su aportación que Duvoisin mostraba un conocimiento profundo del euskera
popular pero, aseguraba, Olabide estaba por encima del labortano, con un
dominio perfecto del gran diccionario de Resurrección María de Azkue. Como en
alguna ocasión certificó el propio autor de la magna obra "Diccionario
vasco-español-francés”, de 1906, Olabide dominaba y sabía más del diccionario que
él mismo. Es decir, el gasteiztarra era la gran autoridad en el vocabulario
euskaldun. Y de esta forma nos legó un tesoro lingüístico sin parangón.
No obstante, y
como no podía ser de otra manera, entre Azkue y Olabide hubo desencuentros
lingüísticos por razones… temperamentales. Las personalidades de estas máximas
autoridades de la época en materia euskérica eran difíciles de congeniar. El
lekeitiarra, otra máquina en su quehacer diario, era un hombre de ideas no
siempre fáciles de comprender. El gasteiztarra… Bueno, el gasteiztarra era
jesuita. Y dicho eso puede entenderse mejor que, aunque amigos y compañeros en
labores de Euskaltzaindia, optaran muchas veces por caminar por vericuetos
diferentes. Juan Kruz Ibargutxi reflejó correctamente en el monográfico de 1958
la postura de estos dos referentes euskéricos.
Pero siguiendo
con “Orixe”, éste dice que en cierta ocasión otro jesuita, impresionado por la
capacidad y celo de Olabide, le preguntó: “¿Para quién estás traduciendo?” A lo
que éste respondió que lo hacía para los que eran capaces de leerle. De alguna
manera trabajaba a medio-largo plazo, siempre en clave positiva, convencido de
que la situación del euskera iba a mejorar con las generaciones venideras y que
estas valorarían mejor su labor que la propia en la que él se afanaba.
Por su parte,
Manuel Lekuona, que sería presidente de Euskaltzaindia, mostraba en el
monográfico de Euzko Gogoa que muchas veces los escritores vascos recurrían a
la perífrasis para nombrar alguna cosa, o que – en otras ocasiones- eran
capaces de crear nuevas palabras. Por su parte – afirmaba el gran estudioso
oiartzuarra- Olabide acudía directamente a la fuente, muchas veces a un término
euskérico utilizado en tiempos pretéritos que, por razones diferentes, había
sido olvidado o relegado. Lo que muchos obviaban por dejadez, Olabide lo
convertía en objetivo, y daba con la palabra adecuada para lo que deseaba
expresar. “No había nadie que en léxico superara a Olabide” apostrofaba
Lekuona.
De semejante
opinión aparecía en la obra citada Sebero Altube, compañero desde los primeros
momentos en 1918 de Olabide en Euskaltzaindia.
En cuanto a
Patxi Etxeberria, encargado por los jesuitas de finalizar la traducción del
Viejo Testamento y concluir de esa manera el trabajo de décadas de Olabide,
afirmaba que el gasteiztarra fue un autor único en su género, que no regateó
esfuerzo para conseguir el objetivo que se había marcado cuando se planteó
abrazar el euskera como herramienta de trabajo. Para Olabide el lenguaje era un
río que necesita corriente, ya que de lo contrario corre el riesgo de
estancarse y el agua de echarse a perder sin solución. El euskera es como un
edificio – afirmaba Etxeberria que era la opinión de Olabide- y las ventanas
deben de abrirse para que el interior rezume frescura.
Olabide fue un ejemplo para los euskaltzales de la época y para los que, posteriormente, han dedicado de una manera u otra sus esfuerzos a realzar y reforzar la lengua vasca. Ya lo decía Iokin Zaitegi en el monográfico por él editado: Olabide es el ejemplo de trabajador de la lengua. Lo decía Zaitegi, en mi opinión el máximo exponente del esfuerzo y la dedicación a la divulgación de la lengua vasca. Olabide, maestro en sus años del joven Zaitegi, habría dado por bueno semejante piropo. Los dos pusieron al euskera en un pedestal al que solamente a través de la educación en lengua vasca se puede acceder. Ambos trabajaban con miras a futuras generaciones.
Argazkiak: JMVM eta Euskaltzaindia
Ederra! Artikulo ederra, Araban jaioa, estimatua eta ikastola bati izena eman dion R. Olabideri buruzko benetan interesgarriak diren ekarpenak. Bejondezuela Josemar!
ResponderEliminarEskerrik asko, Jesus!
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