Eduardo Valle ikerlariak berriro eskaintzen digu bere lumatik ateratako ekarpen bat. Oraingoan Ignazio Aldekoa idazle gogoangarria dakarkigu txoko honetara, gasteiztarraren heriotzatik berrogeita hamar urte betetzen direnean. Aldekoa izan zen bere garaiko idazlerik esanguratsuena eta garbi dago Gasteizek ez duela ahaztu. Gazte zendu zen arrren, idazlearen obrak gaurkotasunari eusten dio eta belaunaldi berriek haren maisutasunarekin goza dezakete. Aldekoa gure artean bizi dela esan daiteke.
Aldecoa sigue contando. Así lo dejó
escrito el recordado Ángel Martínez Salazar en la Gaceta Municipal de Vitoria-Gasteiz, loando la figura del maestro
del relato que fue el vitoriano Ignacio Aldecoa Isasi.
Son muchos los
escritores y críticos que reivindican la figura literaria de nuestro paisano,
de cuyo prematuro e inesperado fallecimiento se cumplen cincuenta años hoy 15 de noviembre. También son muchos los que apuntan que la muerte le
llegó en un momento de madurez creativa que ya se plasmaba en
novelas, artículos y, sobre todo, en cuentos y relatos cortos, en los que se le
considera figura indiscutible. Asimismo, es un referente dentro del grupo de
autores conocidos como “la generación de los 50”.
Nacido el 24 de
julio de 1925, Aldecoa fue uno de tantos “niños de la guerra” que vivieron en
su infancia el drama de la contienda civil y en su juventud la que se
convertiría en una oscura e interminable posguerra.
Aunque residió en Madrid desde 1945, junto a su esposa, Josefina y Susana, la hija de ambos, nunca olvidó su tierra natal a la que convirtió en escenario de algunos de sus relatos, a veces de forma velada, y a la que recordó en artículos varios. Como aquel, publicado en la revista Blanco y Negro, en el que describió el personaje de Celedón y su “aterrizaje” en Vitoria en el inicio de las fiestas, además de justificar el sempiterno paraguas del de Zalduondo, explicando que, como buen aldeano alavés, no se fiaba ni un pelo del clima de nuestra tierra. El mismo artículo en el que tuvo la genial osadía a cuestionar la presencia del “balcón” en la canción de Celedón y considerando más propio, salvo por la rima, el mirador. Seguro que tuvo muy presentes los recuerdos de su ciudad natal cuando prosiguió: «Las casas vitorianas tienen una luz plateada, tamizada por las nubes y por los visillos. Una luz remansada, antigua, melancólica y de fotografía. Una luz para las conversaciones anecdóticas, para los recordatorios, para la vida de puntillas y para los discretos chismorreos que tutela el mirador».
Los años han pasado pero el recuerdo de Ignacio Aldecoa no se ha desvanecido en la ciudad que lo vio nacer. Un años después de que nos dejara, la Diputación Foral de Álava convocó por vez primera el concurso de cuentos que lleva su nombre y que va por la 48 edición. También está presente su memoria en la plaza que tiene dedicada desde 1994 en Lakua, muy cerca de cuatro calles denominadas como otras tantas obras del autor: Amadís, Santa Olaja de Acero, Gran Sol y Caballo de Pica.
Ese mismo año la Asociación de Amigos de Ignacio Aldecoa puso en marcha la iniciativa de honrar al escritor con una estatua. Para ello se inició una suscripción popular cuya recaudación, unida a la partida dispuesta al efecto por el ayuntamiento vitoriano, dio como resultado la espléndida figura que podemos contemplar junto a la Casa de Cultura, en el Paseo de la Florida. Curiosamente, el Paseo de la Florida es la calle madrileña donde se instaló Aldecoa, recién casado con Josefina Rodríguez. La escultura se inauguró el 15 de noviembre de 1999 y es obra del escultor Aurelio Rivas. No hubiera podido una ubicación más apropiada: junto a una biblioteca que, por cierto, en 2001 tomó el nombre del insigne contador de historias gasteiztarra.
Con estos recuerdos y evocaciones, unidos a la lectura de sus novelas y cuentos, puede decirse que Aldecoa sigue contando.
Aunque residió en Madrid desde 1945, junto a su esposa, Josefina y Susana, la hija de ambos, nunca olvidó su tierra natal a la que convirtió en escenario de algunos de sus relatos, a veces de forma velada, y a la que recordó en artículos varios. Como aquel, publicado en la revista Blanco y Negro, en el que describió el personaje de Celedón y su “aterrizaje” en Vitoria en el inicio de las fiestas, además de justificar el sempiterno paraguas del de Zalduondo, explicando que, como buen aldeano alavés, no se fiaba ni un pelo del clima de nuestra tierra. El mismo artículo en el que tuvo la genial osadía a cuestionar la presencia del “balcón” en la canción de Celedón y considerando más propio, salvo por la rima, el mirador. Seguro que tuvo muy presentes los recuerdos de su ciudad natal cuando prosiguió: «Las casas vitorianas tienen una luz plateada, tamizada por las nubes y por los visillos. Una luz remansada, antigua, melancólica y de fotografía. Una luz para las conversaciones anecdóticas, para los recordatorios, para la vida de puntillas y para los discretos chismorreos que tutela el mirador».
Los años han pasado pero el recuerdo de Ignacio Aldecoa no se ha desvanecido en la ciudad que lo vio nacer. Un años después de que nos dejara, la Diputación Foral de Álava convocó por vez primera el concurso de cuentos que lleva su nombre y que va por la 48 edición. También está presente su memoria en la plaza que tiene dedicada desde 1994 en Lakua, muy cerca de cuatro calles denominadas como otras tantas obras del autor: Amadís, Santa Olaja de Acero, Gran Sol y Caballo de Pica.
Ese mismo año la Asociación de Amigos de Ignacio Aldecoa puso en marcha la iniciativa de honrar al escritor con una estatua. Para ello se inició una suscripción popular cuya recaudación, unida a la partida dispuesta al efecto por el ayuntamiento vitoriano, dio como resultado la espléndida figura que podemos contemplar junto a la Casa de Cultura, en el Paseo de la Florida. Curiosamente, el Paseo de la Florida es la calle madrileña donde se instaló Aldecoa, recién casado con Josefina Rodríguez. La escultura se inauguró el 15 de noviembre de 1999 y es obra del escultor Aurelio Rivas. No hubiera podido una ubicación más apropiada: junto a una biblioteca que, por cierto, en 2001 tomó el nombre del insigne contador de historias gasteiztarra.
Con estos recuerdos y evocaciones, unidos a la lectura de sus novelas y cuentos, puede decirse que Aldecoa sigue contando.
Texto: Eduardo Valle
Argazkiak: spainiscuture.es