Gerardo Lopez de Guereñu Galarraga (Gasteiz
1904- Gasteiz 1992) etnografo arabarrak egundoko lana egin zuen herrialdeko
ohitura zahar, historia eta arte sakroko
sustraien bila. Zorte handikoa izan nintzen, Gerardorekin harreman polita izan
bainuen, 1996an bere biografia
argitaratzeko bidea ireki zidana (1) Eta orduan nioen moduan, Gerardok Arabatik
gutxien landu zuen lurraldea Aramaiokoa izan zen, arrazoi sinple batengatik: ez
zuen euskara menderatzen eta ez zen gai behar bezalako ikerketa serioa egiteko.
Hala ere, eta gaur dakardan idazkia lekuko,
Aramaioko bazterretaz maitemindua zegoen eta – mendigoizale trebea zenez gero,
aukera zuen guztietan haietatik txangoren bat egitera abiatzen zen, oinez,
bizikletaz edo kotxez – oraingoan ikusiko dugun bezala. Bartzelonako “Algo”
aldizkariaren 251. zenbakian publikatu zuen Gerardok 1934ko ekainean, “Visita
al Valle de Aramayona” tituluarekin:
Gerardo
López de Guereñu (1904-1992. Vitoria-Gasteiz) está considerado como el
patriarca de la etnografía alavesa. A lo largo de su vida realizó una labor importantísima
en busca de elementos históricos, usos y costumbres tradicionales, arte sacro,
etc. Revisó una y otra vez archivos de entidades administrativas locales alavesas y eclesiásticos. Fotografió todo
aquello que creyó oportuno fijarlo para su conocimiento en el momento y en tiempos venideros. Y nos dejó un legado impresionante de libros y
publicaciones, auténticos referentes de la realidad histórica del territorio.
Tuve la
gran suerte de conocer y tratar a Gerardo; y ello propició que se me pidiera
por parte de Eusko Ikaskuntza que escribiera su biografía (1), cosa que hice en
1996. Por eso puedo decir que en su vasta labor de investigación al etnógrafo
gasteiztarra le faltó un área geográfica para él entrañable, pero a la vez
inescrutable, por desconocer el idioma local: Aramaio. Aprovechaba cualquier
oportunidad que se le brindara para hollar las cumbres de los montes
aramaiotarras, pero – fundamentalmente en cuanto al estudio etnográfico-
prefirió quedarse al margen, siendo consciente de sus limitaciones. Ello le
honra.
Lo
dicho anteriormente no quita para que López de Guereñu Galarraga no escribiera
acerca del citado valle alavés, como lo demuestra el reportaje que publicó en
junio de 1934 en el número 251 de la revista catalana “Algo”, bajo el título “Visita
al Valle de Aramayona”, si bien aprovecha el viaje hasta aquella población para
describir también otras localidades del camino recorrido. Transcribo el escrito
en su totalidad, con las fotografías sacadas por él mismo.
“Al norte de Vitoria, y en la unión de las
tres provincias vascas de Álava, Guipúzcoa y Vizcaya, se encuentra el valle de
Aramayona, precioso lugar limitado por las peñas de Aranguio y Etxagüen, al
poniente; la renombrada peña de Amboto, escenario de gran número de leyendas,
por el norte; y el resto por montes algo más bajos donde se asientan algunos de
los pueblecillos que componen este antiguo condado, y que reciben el nombre
peculiar de anteiglesias.
Lo
corto del camino – setenta quilómetros en total- y los distintos y bellos
parajes que atraviesa la carretera hacen esta excursión sumamente agradable.
Después de comer y aunque la temperatura calurosa y las nubes que comienzas a
aparecer presagian tormenta, salimos por la carretera de San Sebastián, animada
a estas horas por multitud de vitorianos que, con sus cestos de merienda, se
dirigen a los alrededores de la capital a disfrutar de la frescura que resulta
deliciosa por contraste con el ambiente sofocante de la ciudad.
Dejamos
atrás Betoño, con su campo de Barrachi, donde Napoleón, a su entrada en España,
condecoró a sus soldados por las campañas de Alemania, y donde su hermano José,
ironías del destino, tuvo que abandonar sus papeles al verse perseguido después
de la batalla de Vitoria; y en seguida llegamos a Durana, con su histórico
puente sobre el Zadorra, donde el conde
de Salvatierra, con los comuneros alaveses, fue derrotado en 1521, cayendo
prisionero su mejor capitán Baraona, el cual fue decapitado en Vitoria. El
Zadorra acompaña a la carretera en gran parte de su recorrido, haciéndolo
sumamente pintoresco, y juntos atraviesan Mendíbil; después Arroyabe, con su
esbelta iglesia enclavada en una altura que domina el pueblo y campos vecinos,
y , por fin, a los pies de Ullibarri-Gamboa, la carretera atraviesa el rio que queda a la derecha en el extenso
valle de Gamboa.
Los
campos, que principalmente estaban sembrados de cereales, a partir de este
pueblo cambian completamente de aspecto, así como las viviendas, pues ya
empiezan a aparecer los diseminados caseríos típicos de esta región vasca. A
poco de pasar por la estación de Landa, en el ferrocarril Vasco-Navarro,
penetramos en la provincia de Guipúzcoa, que en el alto de Arlabán tiene
establecido el puesto de miqueletes. La carretera empieza a bajar, se
encuentran numerosas revueltas, y el paisaje asombra por su grandeza. A la
derecha van quedando numerosos caseríos escondidos entre poblados montes de
castaños y robles, mientras que a la izquierda , en una profunda depresión, se
halla Salinas de Léniz, que conserva una artística puerta de entrada a la villa
y una hermosa fuente. Como su nombre ya indica, en este valle existen varios e
importantes manantiales salinos, de donde, por procedimientos modernos,
elaboran sal fina para la mesa que, con distintas marcas, es muy apreciada en
el mercado.
Unos quilómetros más y llegamos a
Escoriaza, pasamos por los baños de Aretxabaleta y por el pueblo del mismo
nombre, para presentarnos en seguida en la industriosa Mondragón, donde sin
entrar en ella, dejamos la carretera de San Sebastián y tomamos un ramal a la
izquierda, que nos lleva en poco tiempo, atravesando el pueblo guipuzcoano de
Garagarza, al antiguo balneario de Santa Águeda, donde fue asesinado el ilustre
político Cánovas del Castillo, y que hoy en día se encuentra transformado en
manicomio, desgraciadamente muy concurrido.
La principal producción de esta
zona, así como la del valle de Aramayona, es la del maíz. Se recogen también
manzanas y castañas en abundancia; hay plantaciones de mimbre para fabricar
muebles, y en sus montes gran cantidad de ganados, teniendo fama su raza vacuna
que ha merecido entusiastas elogios de todos cuantos la conocen. También se
encuentran numerosos pinares que, para repoblar los montes, van plantando las
diputaciones vascongadas.
La carretera corre ahora por un
barranco sumamente estrecho, encajonado entre altos y poblados montes, dejando
el sitio justo para el río Aramayona, que naciendo en este valle, va a
desembocar al Deva que pasa por Mondragón. Numerosos molinos, que aprovechan el
desnivel existente para producir energía eléctrica, se suceden en este
recorrido hasta que el paisaje se ensancha al aparecer Ibarra, que es la
capital del valle y el poblado más importante de él. El pueblo está formado por
una calle principal que conduce a la plaza, donde se encuentra la Casa
Consistorial, con bonitos arcos y grandes balcones, y donde según la historia,
estuvo preso el Cura Santa Cruz, cabecilla carlista que, aprovechando una
distracción de los centinelas, se descolgó por un balcón a la calle y estuvo
varias horas sumergido en el vecino rio para poder burlar la persecución de los
liberales. Hoy se encuentra esta plaza sumamente animada, pues aprovechando la
festividad, numerosos vecinos de las anteiglesias y caseríos cercanos han
bajado a Ibarra. Por todas partes de oye hablar el éuzkera, pues en esta región
alavesa se conserva en toda su pureza la antigua lengua vasca.
A poco de atravesar Ibarra, a
nuestra izquierda, en un alto, aparecen Barajuen, tristemente célebre en este
valle, durante los tiempos del feudalismo, porque en sus inmediaciones se alzó
la torre-castillo de los Múxicas que, aprovechándose de la anarquía reinante en
aquellos tiempos, cometieron todo tipo de tropelías, hasta el extremos de
exigir a los habitantes del valle la entrega de las mujeres más bella que el
capricho del conde señalara. En tiempo de los Reyes Católicos, Aramayona, que
siempre había protestado de estos atropellos, consiguió el envío de un juez que
acabó con tales abusos.
La carretera serpentea ahora
entre maizales y castaños, existiendo también numerosos prados para pastos. A
la derecha queda Uribarri, con su esbelta torre y numerosos caseríos que animan
el paisaje. Ya cerca de Cruceta se divisa a nuestros pies todo el valle
dominado por la ingente mole del Amboto, que empieza a coronarse de nubes
traídas por la tormenta que ya se anuncia amenazadora. Echamos una última
ojeada a la riente y florida hermandad de Aramayona, con pena de no poder
disfrutar más tiempo de su incomparable belleza, y volvemos al coche, pues ya
empiezan a caer las primeras gotas de lluvia. A poco y antes de llegar a
Villarreal, la antigua Legutiano, el chaparrón se generaliza y atravesamos esta
pintoresca villa en medio de una tromba de agua que no cesa en todo el camino
hasta nuestra entrada en Vitoria.
(1) “Gerardo Lopez de Guereñu Galarraga” (Josemari Velez de Mendizabal. 1996. Manuel Lekuona Saria. Eusko Ikaskuntza)
Testua: Josemari Velez de Mendizabal
Argazkiak: Gerardo Lopez de Guereñu Galarraga
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