lunes, 4 de abril de 2022

Ahaztua eta ezezagutua. SEBASTIAN IRADIER Y SALABERRI. Desconocido y olvidado


Sebastian Iradier musikagile arabarra da gaurko gaia, nola ez Sabin Salaberri adituaren eskutik. Gehienon iritziz, ez zaio Iradierri bere herrian, behar zuen merezimendua eskaini. Urrezko Zeledonek tantatxo bat jarri nahi izan dute aintzatespen horren ozeanoan, eta irakurlearengana lagin txiki bat darama Salaberriren jakintzari esker.

El autor y la obra

A Sebstián de Iradier le ocurre con La paloma lo que a los arquitectos del románico y del gótico: admiramos las obras, pero desconocemos a sus autores. Este fenómeno de fagocitosis se da mucho en música en el mundo de la canción: las tarareamos en la ducha (La del pañuelo rojo, Strangers in the night, O sole mío), escuchamos a diario versiones de melodías famosas; pero no nos ocupamos en absoluto en saber quién su autor. La obra ha terminado por devorar al autor.

“La sonrisa de Iradier

En la primavera de 1935, Pío Baroja estaba tomando apuntes para su novela “El cura de Monleón”. En sus recorridos por Vitoria y algunos pueblos de Álava le solía acompañar Gonzalo Manso de Zúñiga, director del Museo de San Telmo. Charlando un día en el restaurante Beltrán de la calle Dato de Vitoria, “donde nos servía una guapa chica de Vera”, Baroja preguntó a Zúñiga por Iradier el músico, autor de la popular canción La Paloma. Zúñiga sabía algo sobre Iradier el explorador, pero nada del músico. Se comprometió a averiguar. Contactó con Teodoro Iradier, sobrino-nieto de Sebastián y obtuvo datos, con los que Pío Baroja escribió en el periódico “Ahora” de Madrid, en cinco entregas entre los días 2 y 31 de mayo de 1936, una interesante semblanza, con bastantes inexactitudes, titulada “La sonrisa de Iradier”.

Venancio del Val realizó un estudio serio sobre Sebastián de Iradier, publicado por la Diputación Foral de Álava en la colección “Los alaveses”. Hasta entonces fueron constantes los errores e inexactitudes sobre el nombre, apellidos y lugar y fecha de nacimiento de Iradier. Se le llamó Tomás; su segundo apellido ha variado entre Samaniego, Salaberri e Iturburu. El lugar de su nacimiento ha bailado entre Vitoria, Laguardia, Elciego, Sauciego (mala lectura de la “L” y de la “n” del texto manuscrito), o Janciyo (peor lectura) en la provincia de León. Los más cautos se limitan a decir que “no se sabe a punto fijo dónde nació”.  De la fecha de su nacimiento Baroja no dice nada; otros autores lo sitúan “hacia 1807” o “en fecha indeterminada”. El “El arreglito” se convirtió en “El angelito”. Y el propio Venancio del Val, apellida Ibarburu a su esposa Brígida Iturburu.

Familia

Sebastián de Iradier y Salaberri nació en Lanciego el 20 de enero de 1809, hijo de Santiago Iradier Arce, de oficio sastre, y de la vitoriana Mª Eusebia Salaberri Torón. Años más tarde se trasladaron a Vitoria, al número 101 de la calle Correería, donde la familia aumentó.

Los dos apellidos de Sebastián proceden de Iparralde o Baja Navarra. Iradier, derivación navarra de Iradieder, llegó a Lanciego a través de Andosilla y Viana.  Ramificaciones de la familia son el explorador Manuel de Iradier y Bulfi; el político don Eduardo Dato Iradier; el arquitecto Pantaleón Iradier, autor del Instituto de Segunda Enseñanza, hoy Parlamento Vasco, y de la plaza de toros; su hijo Cesáreo, también arquitecto, que proyectó el Nuevo Teatro y el Hospital Molinuevo; y Teodoro Iradier, fundador de los “boy-scouts” de España.

De la rama Sallaberry son mi antecesor Saturnino Salaberri, de Zalduondo, su hermana Mª Eusebia, madre de Sebastián de Iradier; Felicia Olave Salaverri, gran benefactora vitoriana; los hermanos Salaverri Aranegui: José Mª (Superior General de la Compañía de María y escritor), Mª Nieves (Ursulina de Jesús, Medalla al Mérito del Trabajo en 2008) y Fernando (Académico de la Academia de la Televisión).

Formación. Salvatierra

Sebastián aprendió las primeras nociones musicales con el organista de Lanciego, cantando en el coro parroquial. A los nueve años se traslada a Vitoria, donde entró a formar parte como tiple del coro de la Colegiata de Santa María. Amplió sus conocimientos con Francisco de Area, hasta conseguir una sólida formación musical, así como una buena preparación cultural.

A los 16 años se le adjudica por su buena preparación y sin concurso la plaza de organista de la parroquia de San Miguel Arcángel de Vitoria. A los 18 ganó la misma ocupación en Salvatierra en un concurso brillante, en el que arrasó compitiendo con otros nueve curtidos aspirantes.

Gracias a los trabajos de investigación de Kepa Ruiz de Eguino, tenemos nuevos datos de su estancia en Salvatierra. Además de organista y animador de festejos, llegó a ocupar puestos importantes en la Junta Municipal con su suegro don Fernando Yturburu como alcalde en funciones.

De espíritu liberal y divertido, fue un organista competente, pero de escaso espíritu religioso: en sus improvisaciones intercalaba temas profanos disfrazados hábilmente, incluido el Himno de Riego. En la villa alternaba bailes y fiestas, interpretando al piano y a la guitarra boleros, seguidillas y temas populares. Y cantaba con una excelente voz de tenor. Joven, simpático y elegante, cautivaba a la juventud, sobre todo femenina. Su conducta, un tanto disipada para las costumbres locales, no gustaba al clero y a las mentes conservadoras de la villa. Cuentan que el párroco le recomendó en cierta ocasión casarse y sentar cabeza. Sebastián le replicó, que todavía no había encontrado una moza que le gustara especialmente. “Claro; – le dijo el cura – como le gustan a usted todas…”

Contrajo matrimonio con Brígida Iturburu Díaz de Durana. Tuvieron cinco hijos, de los que sobrevivió Pablo, que estudió medicina y, sin duda por la propaganda que su padre hacía de Cuba, ejerció su profesión en las Antillas; aunque no renunció a la vocación paterna de escribir canciones.

La “huida”

En 1833 Sebastián solicitó y consiguió permiso para mejorar sus conocimientos de composición en Madrid. Su puesto de organista sería cubierto interinamente por su discípulo Antonio Ruiz de Landazábal. Y aquí se abre un capítulo confuso en la trayectoria vital de Iradier.

Pío Baroja, que en repetidos escritos ensalza la figura novelesca del músico, afirma que la verdadera razón de ausentarse no fue el deseo de completar su formación musical, sino que “escapó de Salvatierra a uña de caballo… perseguido por las iras de un marido engañado”. Kepa Ruiz de Eguino da una versión muy diferente. Según sus investigaciones, en los dos años siguientes a su supuesta huida, Sebastián de Iradier todavía permanecía en Salvatierra. En 1834 aparece defendiendo la causa liberal contra los absolutistas. En 1835, siendo alcalde en funciones su suegro don Fernando de Yturburu, forma parte de la junta del ayuntamiento como Regidor y Proveedor Síndico General. En este puesto, se vio obligado enfrentarse a Bruno Villarreal, mariscal del ejército carlista, por motivos diversos, entre ellos el del alojamiento de tropas militares.

Tras cinco años en Madrid, una vez concluida la guerra, Iradier vuelve a Salvatierra en 1840, para reclamar su sueldo de organista. Meses más tarde forma parte del tribunal, que otorga la plaza vacante dejada por él a su amigo y discípulo Antonio Ruiz de Landazábal.

De todo ello se deduce que la “huida a uña de caballo” es invención de Pío Baroja, aunque la conducta desenfadada de Iradier, a quien Baroja parece admirar, diera pistas. Santiago Iradier, padre de Sebastián, llegó a decir que su hijo había dejado el puesto de Salvatierra “por haberle obligado las circunstancias de la guerra”. El propio Sebastián alude alguna vez a las vejaciones sufridas.

Músico competente y bien preparado

Se decía en Madrid, que Iradier era un músico mediocre, sin formación seria; un vividor habilidoso, que supo triunfar en la vida, aprovechando ventajosamente sus dotes personales, así como las circunstancias que le rodearon. Esta opinión se fundamenta en la afirmación de Francisco Asenjo Barbieri, para quien Iradier “fue un autor plagiario…de gran historia y poca vergüenza”.  

Existen datos evidentes de que no fue así. Ya desde su juventud mostró unas condiciones musicales excepcionales y una buena formación técnica. Y a lo largo de su vida exhibió tesón, voluntad y afán de superación. Llegó a ser un profesional competente y cualificado.

Estudió composición en Madrid con Baltasar Saldoni. Lo hizo con eficiencia, pues poco después es nombrado catedrático de solfeo en el Real Conservatorio de Música de Madrid. También impartía clases particulares de canto. Su apreciable bagaje de méritos le introdujo en los círculos musicales de Madrid. Fue socio de mérito en la sección de compositores del Liceo Artístico, vicedirector de la Academia Filarmónica Matritense, catedrático de armonía y composición en el Instituto Español, profesor del Colegio Universal de Madrid y socio de honor de la Academia Filarmónica de Bayona.

Fue un destacado músico activo. Adquirió gran prestigio como compositor de aires de salón, colaborador de autores de zarzuelas y, sobre todo, autor de canciones ligeras. También fue apreciado como cantor y como acompañante de canto, tanto al piano como a la guitarra. Marietta Alboni, excelente intérprete de Rossini y Donizetti, le apreciaba. En su gira por América del Norte y del Sur para promocionar a la todavía niña Adelina Patti, eligió como maestro concertador a Iradier, quien alternó actuaciones como pianista, guitarrista y director de orquesta.

En los círculos aristocráticos

Sebastián de Iradier se relacionó en Madrid con importantes figuras de la música (Carnicer, Saldoni, Oudrid), de las letras (Espronceda, Zorrilla) y de la política (Narváez, González Bravo).

Supo introducirse en los salones aristocráticos. Apuesto, elegante y afable, era bien recibido por duquesas y marquesas como profesor de canto de sus hijas. Fue especialmente apreciado por doña María Manuela Kirkpatrick, condesa de Montijo, cuyas hijas Francisca, futura duquesa de Alba, y Eugenia, futura emperatriz de Francia, fueron alumnas suyas.

Requerido por Eugenia de Montijo, en 1850 viajó a París. Se introdujo en los círculos musicales parisinos. Trató a Rossini, Stendhal y Próspero Merimé. Se relacionó con las cantantes Pauline Viardot, María Malibrán y Marietta Alboni, que interpretaban sus canciones. La música de Iradier, reflejo del exotismo español entonces de moda, se paseó con éxito por los salones París. (3)

Autor controvertido

Aunque, como ya se ha dicho, gozó de la estima de músicos notables, con los que colaboró en ocasiones, no todos le tributaban el mismo aprecio. Asenjo Barbieri fue especialmente duro con él: en su artículo del “Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano” dice de manera cortante: “Muerto en 1865. Fue autor plagiario y editor de canciones españolas, que cantaba (dicen) con gracia. Hombre de gran historia y de poca vergüenza”.

Tampoco fue muy amable con él el editor navarro Bonifacio Eslava, hermano del músico Hilarión, insinuando que “La Paloma” era en realidad plagio de una canción popular cubana.

América

                    ¿Estuvo Iradier en Cuba? Álvaro Fdz Rodas, que ha investigado profundamente sobre la vida del autor, lo niega, basándose en dos argumentos: no ha encontrado datos que confirmen el viaje y la estancia de Iradier en la isla caribeña; por otro lado, la estrecha agenda de sus viajes entre París y Madrid por aquellas fechas, no deja hueco para un viaje largo.

            Venancio del Val, en cambio, no tiene dudas. Según éste, la célebre cantante Marietta Alboni organizó en 1854 un viaje a América, llevando a Iradier como maestro concertador. Se dirigieron a Nueva York. Se trasladaron luego a Boston, Filadelfia y Nueva Orleans, Después a Méjico, La Habana y América del Sur. De regreso a Nueva York, la compañía se disolvió. Iradier se quedó algún tiempo allí dando lecciones de guitarra y de canto, para regresar finalmente a Europa y, fiel a su talante bohemio y aventurero, recorrer Inglaterra, Alemania y Rusia.

La habanera

A su regreso de Cuba, Iradier publicó numerosas canciones en editoriales de Londres, París y Mainz (Alemania) con traducción de los textos al francés y al italiano. ¿Eran suyas originales o tomadas del acervo popular?  Le cabría, en todo caso, el mérito de haberles dado su toque personal y popularizado en los ambientes cultos de Europa.

Fue él quien introdujo en Europa la “Danza lenta” cubana. Heugella denominó “chanson havanaise”. Más tarde Bizet, al incorporar una canción de Iradier en su ópera “Carmen”, le dio el nombre de “Avanera” (así). El ritmo llamó poderosamente la atención en Francia y a él recurrieron desde Saint Säens y Chabrier hasta Albéniz, Debussy y Ravel. Muchos plagiaron a Iradier sin mencionarlo para nada. Edouard Lalo utilizó “La neguita” en su “Sinfonía española” y Georges Bizet hizo lo mismo con “El arreglito” en “Carmen”. También son plagios de Iradier “Confidencia” (de “La jaca de terciopelo”) de Antoine le Carpentier y el “Intermedio de La boda de Luis Alonso” (de “Café caliente”) de Gerónimo Giménez.

¿Cómo era Iradier?

Fue un personaje interesante y novelesco, de espíritu poco sosegado y sin arraigos ni ataduras familiares. Vivió con intensidad, sacando el mejor partido a las situaciones con que le enfrentó la vida. Se comprende que llamara poderosamente la atención de cuantos lo conocieron y que su personalidad provocara entusiasmos fervientes y envidias ponzoñosas.

Fue un profesional mucho más serio y responsable de lo que una visión superficial de su carrera pudiera hacer suponer. La brillantez con que superó los distintos concursos a los que se presentó, muestran a un músico preparado y competente.  La estima de Rossini, Stendhal y demás personajes de lengua acerada, no deja lugar a dudas.

            Pío Baroja nunca ocultó su fascinación por el compositor. Es magnífica la semblanza trazada en “La sonrisa de Iradier”. Más tarde escribiría: “Sebastián de Iradier era un hombre elegante, esbelto, de cara larga, nariz bien perfilada, ojos sonrientes, bigotes y melena bien cuidados. Parece compañero de Espronceda o de Zorrilla”; “Iradier es una figura atractiva, en gran parte por su oscuridad. Esta desaparición, este hundimiento en el vacío, es muy vasco…Hay mucho músico famoso y hasta ilustre, que tiene menos originalidad y menos bagaje que el pobre Iradier”;“Iradier era un sujeto interesante, era como el Iparraguirre de los salones. Este alavés no pensó que su música pudiera tener importancia. Vivió al día, puso unas letras detestables a sus canciones, se divirtió, mariposeó entre las bellas damas de la corte de Isabel II y de Napoleón III, viajó por América y, cuando volvió a Vitoria, le debió entrar la melancolía y se murió”

Iradier y Bizet

            Otra leyenda curiosa cuenta que, tras el fracaso de la primera representación de “Carmen” en París en marzo de 1875, Eugenia de Montijo, altamente interesada en el éxito de una ópera de ambiente español, aconsejó a Bizet la ayuda de Iradier. El músico alavés habría ofrecido a Bizet tres habaneras, de las que el compositor francés eligió una. Con las modificaciones aconsejadas por Iradier, la reposición de la obra en Viena en octubre de ese mismo año alcanzó un éxito clamoroso. Una historia bella, pero totalmente inverosímil; Iradier no pudo aconsejar a Bizet tras el fracaso de “Carmen”; había fallecido diez años antes.

            Cansado y enfermo, en 1865 regresó a Vitoria y se instaló en el n.º 5 de los Arquillos. No dejó de visitar en Salvatierra a su antiguo discípulo y sucesor como organista, Antonio Ruiz de Landazábal. Falleció el 6 de diciembre de 1865. Por ironías del destino, sus restos descansan en el cementerio de Santa Isabel de la capital alavesa a pocos pasos de la tumba de Bruno Villarreal; acérrimos enemigos en vida, acabaron enterrados al lado.

 

BIBLIOGRAFÍA

Manuel de Aranegui.La familia Iradier. Boletín “Excursionista Manuel Iradier”, nº 94, 1966.

Pío Baroja. La sonrisa de Iradier. Madrid, Periódico “Ahora”, 2 – 31 de mayo de 1936.

Paula Garaicoechea.Los Iradier y su paso por la capilla musical de la Universidad de Vitoria. Vitoria, Diputación Foral de Álava, Fiestas de San Prudencio y Ntra. Sra. de Estíbaliz, 1995.

Maximino Lizarralde. Un músico alavés decidió el éxito de la ópera “Carmen”. Rev. “Fin de año”, 1952.

Dionisio Preciado. Sebastián de Iradier (1809-1865), organista y “sacristán mayor” en Salvatierra de Álava. Madrid, Revista de Musicología, vol. VII, 1984, nº 1.

Kepa Ruiz de Eguino.Nuevas noticias de Sebastián Yradier Salaberri en Agurain. Sin publicar.

Venancio del Val. Sebastián Iradier. Vitoria, Diputación Foral de Álava, Col. “Los alaveses”, nº 10, 1995.


Testua: SABIN SALABERRIk 2022ko martxoaren 22an, Prudentzio Deunaren Lagunen KOfradian emandako hitzaldia da. / El texto es el correspondiente a la conferencia que SABIN SALABERRI dio el 22 de marzo de 2022 en conferencia organizada por la Cofradía de Amigos de San Prudencio.





2 comentarios:

  1. Es un buen trabajo y una buena recopilación de datos que tiene que derivar en consecuencias positivas para Iradier y su música

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