jueves, 29 de septiembre de 2022

LA PLAZUELA DE LOS CARROS

Eduardo Valle bazkideak ondoko ekarpena bidali digu, eta gai interesgarri batekin egiten du. Kale izendegian sekula izan ez diren kale izenen inguruan ari da, egileak ohi duen maisutasun eta zorroztasunarekin. Hona hemen, beraz, idatzia eta eskerrik asko Eduardo.


 Hay lugares que nunca han tenido un nombre oficial con el que figurar en los nomenclátores y callejeros oficiales. Es en esos casos cuando el pueblo, la ciudadanía, la gente (como ustedes prefieran) se ocupa de bautizar el sitio concreto con una denominación que suele ser clara, directa e inequívoca.


Así ocurrió con la vitoriana plazuela de los carros, título popular que con los años pasó al papel de prensa, pero nunca al callejero municipal. Era un cuadrilátero rodeado de una verja situado junto a la que fue vieja cárcel celular de la ciudad y que hacía esquina con el paseo de Panticosa, que viene a ser la actual calle Olaguíbel junto al hospital de Santiago. En el plano que se reproduce (Foto 1),de 1911-1914 y obrante en el Archivo Municipal de Vitoria-Gasteiz, puede verse la ubicación de la plazuela (actual esquina Paz-Olaguíbel).
En cuanto al nombre, no ofrece lugar a dudas: hace referencia a su vocación de ser lo que hoy llamaríamos un “parking disuasorio”. Uno de esos terrenos mejor o peor acondicionados para dejar los coches y no congestionarla circulación en las calles más céntricas.

Al menos desde el siglo XIX, todos los días, sobre todo los jueves, llegaba a Vitoria un buen número de carruajes con gentes llegadas de los pueblos alaveses y de localidades cercanas de Bizkaia y Gipuzkoa a comprar, vender o hacer diversas gestiones. Esa concentración de vehículos de tracción animal generaba un importante caos circulatorio, con el peligro añadido que generaban las frecuentes reacciones asustadas de caballos, mulos y burros. Por ello, el municipio ordenó que los carros se quedaran en la plazuela, donde además instaló una báscula para mejor control de las mercancías que llegaban a la ciudad y que al día siguiente pasarían por la alhóndiga antes de ser distribuidas a los comercios de la ciudad. En 1922, con el loable fin de garantizar la gestión del cobro de tasas e impuestos sobre los diferentes artículos se instaló allí mismo una caseta de arbitrios, como otras ya existentes en distintos puntos de los accesos a Vitoria. Algunos de ustedes, las habrán conocido y recordarán el popular nombre que se daba al personal que en ellas trabajaba: “los de puertas”.

Pero, volviendo a la plazuela, a mediados de la década de los años veinte del siglo pasado se produjo el inicio de un cambio. El acarreo de tracción a sangre empezaba a tener unos competidores que años después lo desbancarían: el transporte de mercancías por camión y el de personas por autobús. Las autoridades del momento convinieron en concentrar estos vehículos en la plazuela de los carros, entre otras cosas para pasar por taquilla, o sea, pagar los ya mencionados arbitrios. Incluso se llegó a pensar en esta parcela para la instalación de la estación de autobuses. Ese proyecto no se concretó nunca, pero se aprovechó la circunstancia para ubicar en el solar un depósito de combustible para el reparto de gasolina.

Su instalación fue solicitada y ofertada por dos compañías vitorianas pioneras en automoción: Erenchun Hnos. y Larramendi, Pipaón y Alberdi. Al final, fue esta última la que se llevó el gato al agua. Así, la plazuela de los carros, que ya tenía su abrevadero desde antiguo para las caballerías y ganado en general, a partir de 1924tuvo también su “abrevadero” en forma de gasolinera para los artefactos motorizados (Foto 2).

Pasaron los años y surgieron algunas iniciativas para dar a la finca una utilidad más definida que hasta entonces. Una de ellas consistía en ofrecer al estado la finca para construir allí la nueva Audiencia Provincial. Hubiera supuesto un ingreso interesante para el ayuntamiento, pero el proyecto no cuajó. También la entidad Lecheros de Ochandiano solicitó en 1943 permiso para instalar un puesto y pabellón de venta de leche. Nada de particular ya que, al fin y al cabo, desde siempre un buen número de los carros que dieron nombre a la plazuela venían de Otxandio a vender la leche de sus caseríos e, incluso, se cantaba una cancioncilla que ponía en relación el producto lácteo por antonomasia con la localidad vizcaína: “La lechera de Ochandiano ha puesto una lechería…”. Bueno, el caso es que tampoco debió gustarles la idea a los munícipes, siendo rechazada la solicitud.

Por fin, en diciembre de 1947 se autorizó la construcción de viviendas que había solicitado la empresa constructora Hnos. Uriarte, con planos del arquitecto vitoriano José Luis López de Uralde. Ése fue, hace 75 años, el final de la popular y polivalente plazuela de los carros. 

Por cierto, a la casa de buen porte y altura que se edificó en la parcela, el pueblo —siempre el pueblo— la bautizó con un sonoro nombre que tampoco es ni será oficial, como la plazuela misma. En los grises tiempos de la posguerra una construcción así suscitaba admiración (¡coño, qué casa!) y de ahí nació “La casa del coño”, denominación que aún hoy en día conocen y reconocen muchos vitorianos (Foto 3).


Recuerdo que en uno de los bajos del edificio radicó el comercio de Sucesores de V. Laza, S.L., tras cuya gran cristalera se exhibía un tractor de la casa Massey-Ferguson que, de niño, me parecía de un tamaño tan descomunal que siempre que pasaba por allí me quedaba admirándolo. Y no me olvido del Teatro Amaya, en el lado de la vieja cárcel, donde años después pasé buenos ratos viendo películas en sesión continua. Sí, aquella modalidad consistente en que se llegaba al cine con la película a la mitad, por ejemplo, y uno se quedaba a la siguiente proyección hasta el momento en que había comenzado a ver la película en el anterior pase, o hasta cuando lo creyera oportuno. Una forma curiosa de ver cine.

Para terminar, el nombre popular del edificio que nos ocupa no tiene nada de singular, en absoluto. Por lo que tengo entendido se repite en otras ciudades y, según dicen, con el mismo origen.

 Texto: Eduardo Valle Pinedo

Foto 1: Fragmento-Archivo Municipal de Vitoria-Gasteiz (1911-1914)

Foto 2: Archivo Municipal de Vitoria-Gasteiz (E. Guinea-1930)

Foto 3: Particular (2022)

Nota: El texto es adaptación del artículo publicado por el autor en la revista Belakiak-2022

 


 

 

 

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