LUKEN brusa eta nesken kuadrilak 35 urte betetzen ditu. Zorionak! Gasteizko jai nagusien kariaz, oso egitarau-aldizkari polita atera dute eta bertan gure Erakundearekin zuzen erlazionatutako zenbait laginen idazkiak agertzen dira. Horra hor, Joseba Fiestras, Jose Mari Bastida "Txapi" eta Eduardo Valleren ekarpenak. Urrezko Zeledonen idazkaria den azken horren artikuluari ematen diogu tarte bat zutabe honetan.
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Eduardo Valle Pinedo |
En octubre
de 1943, tras diferentes gestiones con las autoridades competentes, echaban a
andar las quinielas de fútbol a beneficio del Hospicio de Vitoria. Una
iniciativa más de la ciudad a favor del centro benéfico, al igual que la
popular rifa de San Antón, la cual, afortunadamente, continúa celebrándose. Se
creó una comisión encargada de establecer el reglamento de funcionamiento y de
gestionar semanalmente la distribución de boletos y el correspondiente
escrutinio. La integraban Rafael Santaolalla y Pedro Orbea por parte de la
Junta del Hospicio, Fernando Verástegui y Juan Sagarna como representantes del
Deportivo Alavés e Hilario Dorao—primer presidente del “Glorioso”— en nombre de
un curioso colectivo: «el de
los antiguos aficionados al fútbol». La mecánica era la misma que la de las
quinielas preexistentes y consistía en que los martes de cada semana se
distribuían los boletos a los dueños de los bares comprometidos con la
organización, de acuerdo con las peticiones de los clientes.
En esos establecimientos se instalaban unas urnas donde el personal depositaba sus apuestas hasta las tres de la tarde del domingo. Y es que todos los partidos se jugaban en jornada dominical por la tarde, nada que ver con la actualidad, como ustedes saben. Pues bien, a esa hora se precintaban las urnas con la firma del dueño del local y la de cualquiera que quisiera hacer de testigo. Se llevaban al Hospicio y allí se custodiaban hasta las siete de la tarde del lunes, momento en el que se procedía al escrutinio de los boletos que, por cierto, valían una peseta. El sistema que regulaba la valoración de las apuestas era muy diferente al que conocemos desde hace muchos años. Para empezar, los partidos objeto de las apuestas eran los siete de primera división —ésta se componía únicamente de catorce equipos— y el que cada semana disputaba el Alavés. Además, los pronósticos no se hacían a 1X2 sino a resultado, obteniéndose así una puntuación para cada boleto. Por ejemplo, si se acertaba el resultado del partido con exactitud, se obtenían 30 puntos; para los acertantes del vencedor pero no del resultado, 20 puntos menos el número de goles de diferencia entre la apuesta y el resultado real.
El 25 por ciento de los boletos vendidos cada semana iba a parar a las arcas del Hospicio. El resto se destinaba a premios, de acuerdo con una complicada escala porcentual. De esta manera el popular centro asistencial vitoriano se embolsaba unas cinco mil pesetas al mes —de aquellos tiempos—, que le venían de maravilla.
Ahí van los bares donde se vendían y recogían los boletos: Brillante (en Dato, actual Usokari), Chonete (en Arca, nº7), Carabanchel (calle Florida), Simón (esquina Florida y Fueros), Dos Hermanas (esquina Postas y Fueros), Benicio Bujanda (actual Bar Bujanda, en calle Independencia), Tropical (esquina Paz con Olaguíbel) y Domingo Rey (en Paz, frente al hospital de Santiago). Así pues, sólo quedan dos, uno de ellos con otro nombre.
La primera jornada quinielística fue la del domingo 24 de octubre de 1943. Se distribuyeron dos mil papeletas, hubo dos boletos ganadores con 162 puntos y cada uno cobró 454,87 pesetas. El último escrutinio tuvo lugar el 21 de junio de 1946 y cada ganador —dos apostantes empataron—, se llevó a casa 336 pesetas.
Ahí llegó el fin de las apuestas deportivas en beneficio del Hospicio. En septiembre de ese año, como ya se ha dicho, llegaron las quinielas deportivo-benéficas del Estado que, aunque costaban dos pesetas por boleto, repartían premios mucho mayores que las vitorianas.
Fotos del Hospicio: Euskonews
En esos establecimientos se instalaban unas urnas donde el personal depositaba sus apuestas hasta las tres de la tarde del domingo. Y es que todos los partidos se jugaban en jornada dominical por la tarde, nada que ver con la actualidad, como ustedes saben. Pues bien, a esa hora se precintaban las urnas con la firma del dueño del local y la de cualquiera que quisiera hacer de testigo. Se llevaban al Hospicio y allí se custodiaban hasta las siete de la tarde del lunes, momento en el que se procedía al escrutinio de los boletos que, por cierto, valían una peseta. El sistema que regulaba la valoración de las apuestas era muy diferente al que conocemos desde hace muchos años. Para empezar, los partidos objeto de las apuestas eran los siete de primera división —ésta se componía únicamente de catorce equipos— y el que cada semana disputaba el Alavés. Además, los pronósticos no se hacían a 1X2 sino a resultado, obteniéndose así una puntuación para cada boleto. Por ejemplo, si se acertaba el resultado del partido con exactitud, se obtenían 30 puntos; para los acertantes del vencedor pero no del resultado, 20 puntos menos el número de goles de diferencia entre la apuesta y el resultado real.
El 25 por ciento de los boletos vendidos cada semana iba a parar a las arcas del Hospicio. El resto se destinaba a premios, de acuerdo con una complicada escala porcentual. De esta manera el popular centro asistencial vitoriano se embolsaba unas cinco mil pesetas al mes —de aquellos tiempos—, que le venían de maravilla.
Ahí van los bares donde se vendían y recogían los boletos: Brillante (en Dato, actual Usokari), Chonete (en Arca, nº7), Carabanchel (calle Florida), Simón (esquina Florida y Fueros), Dos Hermanas (esquina Postas y Fueros), Benicio Bujanda (actual Bar Bujanda, en calle Independencia), Tropical (esquina Paz con Olaguíbel) y Domingo Rey (en Paz, frente al hospital de Santiago). Así pues, sólo quedan dos, uno de ellos con otro nombre.
La primera jornada quinielística fue la del domingo 24 de octubre de 1943. Se distribuyeron dos mil papeletas, hubo dos boletos ganadores con 162 puntos y cada uno cobró 454,87 pesetas. El último escrutinio tuvo lugar el 21 de junio de 1946 y cada ganador —dos apostantes empataron—, se llevó a casa 336 pesetas.
Ahí llegó el fin de las apuestas deportivas en beneficio del Hospicio. En septiembre de ese año, como ya se ha dicho, llegaron las quinielas deportivo-benéficas del Estado que, aunque costaban dos pesetas por boleto, repartían premios mucho mayores que las vitorianas.
Fotos del Hospicio: Euskonews
Interesante artículo, muy interesante. Gracias Eduardo Valle!!! Benetan interesgarria, Eduardo Vallek guztia egiten duen bezala!!! Bejondezula Eduardo!
ResponderEliminarEskerrik asko! Es un tema que venía siguiendo desde hacía un tiempo.
ResponderEliminarEskerrik asko! Es un tema que venía siguiendo desde hacía un tiempo.
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