Fotografía El Correo
NOCHE
DE SAN JUAN. FUEGO Y AGUA COMO ELEMENTOS
PURIFICADORES.
Publicado en el diario El Correo el 23-6-2017Gizakia gizakia denetik sua purifikazio erritualetan erabili ohi da. Egun, horrelako adibide paradigmatikoa dugu San Juan gauan. Uda solstizioa ospatzeko gure gazteek sutearen gainetik egingo dute salto eta horrekin txarra izan den guztia erreko omen dute.
El fuego ha sido considerado, desde los orígenes del hombre, un elemento fundamental, misterioso y con poderes mágicos o purificadores. La Noche de San Juan, que coincide con el solsticio de verano, esconde esta magia que se ha repetido a través de los tiempos; se hacen hogueras y se saltan, se quema todo lo viejo y se pasa a una nueva etapa, que se supone más fecunda. Se conjura así todo lo que el frío nos dejó durante el invierno: la oscuridad, la inactividad agrícola, la campiña aletargada, el hielo o la nieve. La vida que ha permanecido oculta o latente surge de nuevo. Las semillas, los árboles dormidos, las flores, los animales cobran presencia en una naturaleza exultante. En el plano social también ocurre algo similar; si durante el invierno hemos estado recluidos en la casa ahora la vida se hará en la calle, la actividad social recupera el espacio comunitario o público, así las fiestas se generalizarán durante el verano.
Desde tiempos remotos se practican esta noche todo tipo de ritos vinculados a la purificación, a la fecundidad, a la solicitud de bonanzas, y al alejamiento de males. Con la cristianización muchos de estos rituales fueron absorbidos por la propia religión, mientras que otros quedaron como actividades profanas o asociadas a ritos de brujería. En todos ellos, no obstante, son fundamentales dos elementos que en todos los grupos humanos han sido considerados como purificadores: el fuego y el agua. El día más largo del año, definitivamente no es un día como los demás, la naturaleza, las estrellas, la luna, el sol y con ellos los grupos humanos se disponen a celebrar una fiesta, cargada de gran poder simbólico. Los agricultores dan gracias por el verano, por las futuras cosechas y por disponer de más horas para cumplir con sus tareas y recoger provisiones para el invierno.
Uno de los antecedentes de esta fiesta solsticial, en opinión de numerosos eruditos, es la celebración celta del Beltaine, que se realizaba el primero de mayo. El nombre significaba fuego de Bel o bello fuego y era un festival anual en honor al dios Belenos. Durante el Beltaine se encendían hogueras que eran coronadas por los más arriesgados con largas pértigas, mientras los druidas hacían pasar el ganado entre las llamas para purificarlo y defenderlo contra las enfermedades. Otra de las raíces de tan singular noche hay que buscarla en las fiestas griegas dedicadas al dios Apolo, que se celebraban en el solsticio de verano y en las que también se encendían grandes hogueras de carácter purificador. Los romanos, por su parte, no fueron ajenos a ello y dedicaron a la diosa de la guerra Minerva unas fiestas con fuegos en las que la costumbre consistía en saltar tres veces sobre las llamas. Ya entonces se atribuían propiedades medicinales a las hierbas recogidas en aquellos días.
En muchos lugares de todo Europa existe la tradición de enramar las fuentes, asociada ésta con la prosperidad, la abundancia y la fecundidad. Gerardo López de Gereñu nos contaba que en muchas localidades alavesas se acudía al monte a por abarras[1] y leña, encendiendo posteriormente una hoguera que serviría luego para asar unas suculentas chuletas de las que darían cuenta los vecinos en una cena de hermandad. También el rito del agua de San Juan (San Juan ura) o lo que Julio Caro Baroja documenta en toda la geografía española como las enrramadas tienen presencia en las actividades asociadas a esta noche en las tierras de Álava. En algunos pueblos de la Montaña Alavesa los mozos subían al monte a por ramas de haya. También se bendecían malvas, rosas y saucos. Estos elementos se colocaban luego en las ventanas de las mozas. Los novios las depositaban en las casas de sus respectivas novias, con lo que se oficializaba públicamente la relación, y el resto competía por ponerlas en las ventanas de las chicas más guapas. También era tradicional lavarse la cara con el agua del rocío antes del amanecer. Esta costumbre favorecía, se decía, tener un cutis joven y una buena salud. Es evidente que esta costumbre entronca con los ritos purificadores del agua mágica de la noche de San Juan.
Faunos y lamias, brujas y santos, fuego y agua…elementos mágicos de la noche más corta del año. Qué el ritual purificador nos traiga salud, que nos procure buenas cosechas, que aleje el riesgo de nublados o pedrisco, que conjure los efectos perversos de la crisis económica, de la corrupción, del paro y de la discordia. Todo lo demás…¡que arda hasta desaparecer en el fuego purificador!
Jesús Prieto Mendaza
[1] Recordemos que este el
término utilizado en toda la Montaña Alavesa para referirse a las ramas finas
de haya, roble o encina, proviene del euskera adarrak (ramas de árbol).
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