Juan Carlos Abascal es un
amigo de la Institución Celedones de Oro, muy interesado en temas históricos
alaveses. Forma parte de la Sociedad Landázuri, entidad preocupada por el
mantenimiento y reivindicación del patrimonio alavés.
Juan Carlos Abascal |
Juan Carlos nos ha pasado el texto que viene a continuación, que lo publicó
hace unos años desde, precisamente, la Sociedad Landázuri. Por su interés lo reproducimos.
Juan Carlos Abascal Urrezko Zeledonakl Erakundearen laguna da, Arabako historiarekin oso interesatua dagoena. Landazuri elkartekidea da, arabar ondarearen sostengu eta aldarrikapena helburua duen Elkartekoa, hain zuzen.
Juan Carlosek ondoren datorren testua eskaini digu, duela urte batzuk Landazuri
Elkartearen izenean. berak publikatutakoa, Interesgarria delakoan argitaratzen
dugu.
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¿Qué tuvo de mágico Valdegobía, para que una organización foránea como los
Templarios, creada en 1.129, aparezca vinculada tan claramente a Valdegobía,
tan lejos de su lugar de creación y más en aquellos tiempos?
La Orden de los Pobres Caballeros de Cristo, popularmente conocida como los
Caballeros Templarios u Orden del Temple, una de las más famosas órdenes militares cristianas, fue fundada sobre 1.118 tras la primera cruzada por
caballeros franceses encabezados por Hugo de Payens, y reconocida por la
Iglesia Católica en 1.129.
Algunos historiadores propugnan la teoría de que la orden templaria fue creada
para fines secretos, relacionados con el esoterismo y la mística que los poderes
oficiales habían silenciado durante siglos (Louis Charpentier), y para la
creación y desarrollo de un imperio universal sinárquico y por la persecución
de teorías trascendentalistas y espirituales de primer orden, cuyo estudio y
práctica cambiaría al hombre y a la humanidad y lo proyectase a una nueva época
de elevación espiritual (ATIENZA, J. G.: La meta secreta de los templarios; La
mística solar de los templarios: Guías de la España Mágica y Guía de la España
Templaria. Pero existen otros que niegan decididamente toda implicación
trascendentalista de la obra y la misión de los templarios y la limitan al mero
panorama político y religioso medieval y renuncian a plantearse interrogantes y
enigmas que, en muchos casos, saltan a la vista o por lo menos sorprenden
(DEMURGER, Alain: Auge y caída de los templarios)
La Orden del Císter, fundada por San Roberto en la abadía de Citeaux, Francia, en 1098, como renovación y recuperación de los ideales benedictinos y pureza de la regla original, intervino directamente en la creación de la Orden del Temple. Ya san Bernardo, abad de Claraval, presunto fundador o, al menos, inspirador de la orden, redactó sus estatutos y animó a sus familiares, sobre los que al parecer ejercía un gran ascendente, que a la sazón eran condes de Champaña o vivían en dicho condado, para que participasen directamente en la fundación de la orden, se vincularan a ella o la favorecieran con donaciones y legados. El mencionado fundador de los Templarios, Hugues de Payns, el primer gran maestre del Temple, es señor feudal de un territorio cercano a Troyes y está emparentado con los condes de Champaña.
El Císter participó en la fundación de la Orden del Temple y también en la creación de las Órdenes militares de Calatrava (1164), Alcántara (1213) y Aviz (1147), que, curiosamente, heredarían y serían, pese a todo, continuadoras del Temple tras su proscripción.
Los caballeros templarios usaban como distintivo manto blanco con cruz roja y pertenecía a las unidades militares mejor entrenadas que participaron en las cruzadas. Sin embargo su fortaleza residía en sus miembros no combatientes, quienes gestionaron una compleja red financiera y económica en el mundo cristiano, siendo los fundadores de lo que hoy conocemos como bancos, y construyendo fortificaciones por toda la zona del Mediterráneo y Tierra Santa.
Los rumores surgidos sobre la ceremonia de iniciación de los templarios que era secreta y la pérdida de Tierra Santa, generó gran desconfianza, y en especial envidias económicas, en especial por Felipe IV de Francia, endeudado considerablemente con la Orden, manejó sus resortes e influencias con el Papa Clemente V, quien en 1.312 firmó la disolución de la Orden.
La brusca y trágica desaparición de la Orden, dio lugar a las numerosas especulaciones y leyendas que hoy en día siguen vivas y mantienen el nombre de los Caballeros Templarios.
La Orden del Císter, fundada por San Roberto en la abadía de Citeaux, Francia, en 1098, como renovación y recuperación de los ideales benedictinos y pureza de la regla original, intervino directamente en la creación de la Orden del Temple. Ya san Bernardo, abad de Claraval, presunto fundador o, al menos, inspirador de la orden, redactó sus estatutos y animó a sus familiares, sobre los que al parecer ejercía un gran ascendente, que a la sazón eran condes de Champaña o vivían en dicho condado, para que participasen directamente en la fundación de la orden, se vincularan a ella o la favorecieran con donaciones y legados. El mencionado fundador de los Templarios, Hugues de Payns, el primer gran maestre del Temple, es señor feudal de un territorio cercano a Troyes y está emparentado con los condes de Champaña.
El Císter participó en la fundación de la Orden del Temple y también en la creación de las Órdenes militares de Calatrava (1164), Alcántara (1213) y Aviz (1147), que, curiosamente, heredarían y serían, pese a todo, continuadoras del Temple tras su proscripción.
Los caballeros templarios usaban como distintivo manto blanco con cruz roja y pertenecía a las unidades militares mejor entrenadas que participaron en las cruzadas. Sin embargo su fortaleza residía en sus miembros no combatientes, quienes gestionaron una compleja red financiera y económica en el mundo cristiano, siendo los fundadores de lo que hoy conocemos como bancos, y construyendo fortificaciones por toda la zona del Mediterráneo y Tierra Santa.
Los rumores surgidos sobre la ceremonia de iniciación de los templarios que era secreta y la pérdida de Tierra Santa, generó gran desconfianza, y en especial envidias económicas, en especial por Felipe IV de Francia, endeudado considerablemente con la Orden, manejó sus resortes e influencias con el Papa Clemente V, quien en 1.312 firmó la disolución de la Orden.
La brusca y trágica desaparición de la Orden, dio lugar a las numerosas especulaciones y leyendas que hoy en día siguen vivas y mantienen el nombre de los Caballeros Templarios.
Valdegobía |
Por eso nos preguntábamos que magia tuvo Valdegobía para que en breve plazo desde su aprobación, aparezcan pruebas de su estancia en Valdegobía.
Como prueba física, mencionamos en primer lugar la Ermita de San Juan Bautista,
en la localidad de Cárcamo, en la que existe una inscripción de 1.150, en la
que se hace referencia a la Orden del Cister.
Una prueba escrita constituye el testimonio de Fray Miguel de Varona, aunque está fuera de tiempo como veremos. En el relato que el bueno de Fray Miguel de Varona hace de la aparición de la imagen de la Virgen de Angosto, en el año 1.089, y tratando el pueblo de Villanañe de decidir dónde guardar la Virgen, nos cuenta que “la Iglesia de San Cosme y San Damián (que existió en Villanañe), era la más capaz y más decente para colocar allí la imagen de la Virgen Santísima, pero no podía llevarla allí, porque eso era entregársela a la Orden de los Templarios que entonces no estaba extinguida la Orden, ni tenía el Ordinario secular jurisdicción ni dominio sobre la Iglesia que era de Regulares, aunque después que se acabó esta dicha religión, fue por algunos años iglesia parroquial de Villanañe”. Fray Miguel de Varona lo escribió en 1.715, basándose en los archivos familiares de los Varonas, y se dejó llevar por la pasión a la Virgen de Angosto y sitúa erróneamente a los Templarios en el momento de su aparición en 1.089. Sin embargo sí nos deja constancia de su existencia en Villanañe y en concreto en el dominio que tuvieron en la desaparecida Iglesia de San Cosme y San Damián y de los recelos que los Templarios emanaban, propios de épocas mucho más posteriores que la aparición de la imagen de la Virgen.
Bellojín |
Otra prueba de la existencia de los Templarios en Valdegobía la tenemos en el “Plano de la Provincia de Alava construido por la memoria de los naturales por el geógrafo D. Tomás López en año de 1.770”. En él figura claramente “Ruinas de Templarios” y las sitúa entre Bellojín y Atiega, aunque estuvieron más cercanas a este último pueblo.
Efectivamente cerca de Atiega se encontraba un monasterio en el lugar conocido como Valdefrades o Valle de los Frailes.
En 1.767 el sacerdote alavés Juan Manuel de Ocharan Salazar enviada al citado geógrafo Tomás López, un mapa indicando el ámbito geográfico de la ruta templaria alavesa que abarcaba las localidades de Atiega, Villamaderne, Tuesta Bellojín y Salinas de Añana.
Otro posible testimonio lo tenemos en la Iglesia de Tuesta. La bóveda que cubre la cabecera es de gallones con cinco nervios que parten de cada uno de los cinco lados que forman la cabecera, coronando en una clave donde se representan dos ángeles elevando hacia el cielo la cruz de los templarios y sobre la clave el Pancreator repartiendo justicia. Debemos mencionar la estructura militar de esta iglesia, donde existió un torreón defensivo encima de su campanario y que fue demolido el siglo pasado en una de sus restauraciones. También cuentan que en la localidad de Guinea en unas excavaciones realizadas junto a la Iglesia apareció un cementerio medieval en el que se encontraron lápidas templarias y que cerca de Guinea existió una fortaleza templaria destinada a la defensa del camino real que pasaba por allí.
En Bellojín se encuentra la ermita dedicada a San Cornelio y San Cipriano. Una reciente restauración ha sacado a la luz los restos de una venta románica debajo de la cual se aprecia una cruz patada con el símbolo del alfa y el omega en sus brazos horizontales.
Como vestigio real de la estancia de los templarios nos queda hoy en día el Real Monasterio de las Comendadoras de San Juan de Acre, en la villa de Salinas de Añana. En tiempos de las cruzadas perteneció a la Orden de Malta y fue hospital de peregrinos que perteneció a las “sopor militiae Templi” monjas templarias. En un escrito dirigido al Maestre de la Orden de San Juan de Jerusalén a mediados del siglo XVI, se dice que la fundación del Monasterio de Salinas de Añana “es la más antigua que hay en España de religiones nuestras, por tradición en ella y en toda aquella comarca, de haber sido de templarios”.
Atiega |
Y en relación a las especulaciones y leyendas que sobre los Templarios se difundieron, vamos a recordar una de ellas que habla sobre la existencia de triángulos mágicos en los que recoger la fuerza sobrenatural. Pues bien, si en un mapa unimos la ubicación del Convento de San Juan de Acre en Salinas de Añana, la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción en Tuesta, y las ruinas de los templarios cercanas a Atiega, contemplaremos como su unión nos da un perfecto triángulo equilátero. ¿Es quizá dentro de este triángulo mágico donde los templarios escondieron el Santo Grial? La leyenda del grial señala que éste fue escondido por los templarios en un lugar: Mont Salvat. Bien puede corresponder este nombre con la cercana Sierra Salvada, macizo montañoso que hace frontera natural entre las provincias de Burgos, Alava y Vizcaya.
Y ya dentro del misterio no podemos de dejar de preguntarnos si los epígrafes o inscripciones que se encuentran en la parte posterior de la Iglesia de El Salvador, en Espejo, grabadas en dos sillares, en la tercera hilada a partir del suelo, en su cara norte, ¿no serán algún mensaje que nos dejaron sucesores de los templarios que siguieron viviendo en Valdegobía y que aún no hemos sabido descifrar?
¿Qué tuvo de mágica esa antigua Valdegobía nuestra?
Argazkiak: Euskomedia, Dani García
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