Eduardo Madinabeitia Foronda bazkideak bere sendiaren historia txiki bat egiten digu ondoko artikuluan, ikuspegi interesgarri batetik: irakaskuntzatik.
El socio de Celedones de Oro, Eduardo Madinaveitia Foronda hace un pequeño recorrido por la intrahistoria de su familia, mostrándonos la faceta docente de la misma.
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Herminio
Madinaveitia Cruza, era hermano de mi abuelo Efisio. Además de escritor y
alcalde de Vitoria fue catedrático de Lengua y Literatura en el instituto. El
mismo instituto en el que estudié yo, en la Florida, en la actual sede del
Parlamento Vasco.
No
llegué a conocer al tío Herminio; murió siete años antes de nacer yo. Pero sí
oí contar a mi madre, que fue alumna suya en los últimos años de la República y
el primero de la guerra civil, algunas anécdotas de su labor como profesor. Al
parecer era bastante duro en sus clases y no muy partidario de que las mujeres
estudiaran. Supongo que era el signo de los tiempos.
Mi
madre, Pilar Foronda, al terminar el bachillerato en el instituto, estudio
Magisterio. Pero nunca ejerció fuera de casa. Otro signo de los tiempos. Sí que
fue una magnífica maestra de vida para sus cinco hijos; todos acabamos teniendo
carrera universitaria, pero creo que ninguno llegamos a alcanzar su sabiduría.
Tenía una memoria fabulosa, era una gran lectora y sabía de todo. Alguna vez he
contado cómo explicaba a vecinas y familiares los secretos del punto, en el que
era una verdadera maestra haciendo cualquier tipo de jersey u otra prenda de
ropa.
Antes
de Herminio no encuentro ningún antecedente; no sé, no creo que hubiera otros
profesores en la familia. Pero después, después sí: ha habido muchos.
Mi
padre, Ramón Madinaveitia, era químico. Terminó su carrera en Oviedo el año en
que acabó la Guerra Civil. Él siempre quiso trabajar como químico en empresas y
lo intentó varias veces: estuvo en Santander en una fábrica (creo que de
jabones) a finales de los años cuarenta; también en Sidalbesa, una siderúrgica
de la familia Ajuria, que estaba situada en Albéniz. Era a finales de los
cincuenta; el Plan de Estabilización se llevó por delante la empresa y los
anhelos de mi padre. Ramón siempre había compaginado sus sueños en empresas con
las clases en los diferentes colegios de Vitoria; también daba clases
particulares en casa. Recuerdo una gran pizarra en el comedor de nuestra casa
en la calle Rioja.
Era
la ocasión: preparó sus oposiciones a profesor de instituto, que aprobó en
1960. Nunca dejó los colegios; renunció a la dedicación exclusiva en el
instituto para seguir dando clases en los Corazonistas, los Marianistas, las
Carmelitas, Vera Cruz, la escuela de Magisterio y… no recuerdo más pero quizá
sea un fallo de mi memoria. Casi todas las personas que estudiaron en Vitoria
en los años sesenta, setenta y principios de los ochenta fueron alumnos suyos.
Cuando yo vivía en Vitoria era muy habitual que al principio de cualquier
conversación me dijeran: Yo fui alumno de
tu padre; incluso en Madrid me ha pasado más de una vez.
En
el Ramiro de Maeztu fue muchos años vicesecretario y se hizo cargo del
laboratorio de física y química en el que se hacían prácticas y se podía, entre
otras cosas, revelar fotografías. Hace poco vi en un periódico que, con motivo
del centenario del instituto se celebró una exposición en la que se podía
visitar el laboratorio, con todas sus piezas históricas: supongo que con muchas
de ellas habría hecho experimentos mi padre con sus alumnos.
El
tío Eduardo Madinaveitia tiene ahora 101 años; era un año menor que Ramón. Él
se decidió por las letras y fue muy precoz: cuando empezó la guerra tenía 18
años recién cumplidos y ya era licenciado en Historia. Ahora, con sus 101 años,
sigue haciendo traducciones para mantener la cabeza en forma.
Eduardo
también daba clase en muchos colegios de Vitoria (casi los mismos que Ramón, aunque
también enseñó en las Ursulinas) cuando se presentó, y aprobó, las oposiciones
para profesor del instituto, que seguía estando en el edificio de la Florida y
ya se llamaba Ramiro de Maeztu. Fue un gran profesor; lo digo como uno de sus
alumnos. No sólo aprendí sus asignaturas; también a relacionar unas con otras y
gracias a eso tener una mente abierta al mundo y a todo tipo de curiosidades. (1)
Por
esa época, a principios de los sesenta, entró en la familia otra profesora,
precisamente de la mano de Eduardo: su mujer, Merche Villacián, que luego hizo
carrera política, también era profesora en el instituto.
La
siguiente generación de la familia ha dado nuevos profesores. Carmen Pitillas
Madinaveitia, es hija de María Jesús, la hermana mayor de Ramón y Eduardo. Ha
sido profesora de asignaturas de letras en diversos institutos de España, al
final de su carrera en la zona de Madrid; en algún momento también pasó por
Vitoria. Lleva algunos años jubilada.
Mi
hermana María Pilar murió muy joven, en un accidente con sólo 24 años. Era maestra;
empezó su carrera en un pueblo diminuto de Cataluña en el que sus alumnos sólo
hablaban catalán. Poner dificultades a los idiomas diferentes del castellano
también era un signo de aquellos tiempos. Cuando murió era profesora en
Vitoria, en San Martín.
Mis
otras dos hermanas continúan con la tradición familiar. Cuando Blanca terminó
Biología encontró en seguida trabajo en el colegio de la Presentación, en el
que ha desarrollado toda su carrera profesional; ahora está dando los primeros
pasos hacia su jubilación. Ana estudió Matemáticas, como yo. En seguida hizo
oposiciones para profesora de instituto, que sacó brillantemente, con el número
2. Desde entonces ha trabajado en distintos institutos, en Arrasate-Mondragón y
en Vitoria. Ahora ejerce en el Miguel de Unamuno.
Yo
nunca quise dar clases; al ver a mi padre había aprendido que es una profesión
muy sacrificada. Pero en aquella época en Vitoria no había universidades. Mi
padre no quería que nos fuéramos a estudiar fuera sin tener algo que nos
ayudara si surgían problemas. Magisterio era una de las pocas cosas que se
podían estudiar sin salir de casa, así que fui cursando la carrera a la vez que
terminaba el bachillerato; el mismo año en que aprobé preuniversitario terminé
también la reválida con la que se conseguía el título de maestro nacional.
Luego
estudié Matemáticas y me he dedicado a la medición de los medios y la
publicidad. He dado alguna clase, o charla, pero siempre sueltas. Pero, a estas
alturas, mucha gente de mi profesión me llama maestro, aunque nadie sepa que
hice esa carrera.
Las
siguientes generaciones son más estrechas. Mis padres, que tuvieron cinco
hijos, sólo tuvieron seis nietos y, de momento, cinco biznietos. Mi padre no
llegó a conocer a sus nietos más pequeños; mi madre sólo a sus dos biznietos
mayores. Aún es pronto para saber si alguno seguirá el camino de la familia.
Texto: Eduardo Madinaveitia Foronda
Fotos: Familia Madinaveitia, Euskonews
(1) Eduardo Madinaveitia Bengoa fue nombrado Hijo Predilecto de Vitoria-Gasteiz en 2010
Ramon ue profesor mio en los Coras
ResponderEliminarUno de sus hijos fue el alma mater del Metro de Bilbao, un gran maestro de las Obras Civiles
Buena familia
Gracias, Dario López de Araya
Oso aipamen ederra. Irakaskuntzan aritu den Madinabeitia familia gogoratzearekin irakaskuntza bera balotatu egiten dugu. Una hermosa mención a esta saga de docentes. Con la mención a la familia Madinabeitia también ponemos en valor, y es necesario, la ingente tarea de tantos profesores/as que han contribuido a llevarnos hasta los niveles de bienestar que ahora disfrutamos. La labor educativa necesita, como todas, de reconocimiento. ¡Enhorabuena por el artículo!!!
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