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Angel Albeniz eta Dolors Pascual |
Gaurko ekarpen honetan XIX- mendeko bi gasteiztarren arteko harremana azaldu nahi dut, gainetik bada ere. Bi abizen arranditsu, Albeniz eta Apraiz, eskutitz baten bitartez geratu ziren lotuta eta, bizitzaren gauzak!, eskutitza laurogei urte geroago nire eskuetara heldu zen. Angel Albeniz eta Odon Apraiz ditugu protagonistak, istorioaren amaiera nolakoa izan zen jakiterik ez dagoela. Baina istorioaren garrantzia -eleberri onetan bezala- korapiloan datza. Amaiera nork eman diezaioke berea.
Es conocido que el progenitor del ilustre músico Isaac Albéniz era
vitoriano: Angel Lucio Albeniz Gauna, bautizado en la iglesia de San Pedro el 3
de febrero de 1817. Y así mismo sabemos que su, al parecer, amigo Odón Apraiz
Sáez del Burgo fue un destacado hombre de negocios y político alavés,
perteneciente a una conocida saga de ilustres personalidades del territorio.
Hace ya muchos años tuve la suerte hacer una serie de entrevistas a
Odón Apraiz Buesa, hijo del citado prohombre, cosa que me permitió obtener
datos para escribir su bio-bibliografía publicada en la colección Premio
Manuel Lekuona de Eusko Ikaskuntza. Y cierto día, al despedirme de Don Odón – a
quien conocía desde que me examinó de bachiller en 1959 en el Instituto Ramiro
de Maeztu- me hizo un regalo, que lo conservo como oro en paño en mi
biblioteca. Se trata del librito “Chocheces… que parecen verdades” escrito por
Angel Albéniz Gauna, quien se autodefinía como “Bisabuelo de la libertad”
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Odon Apraiz Saez del Burgo
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La verdad sea dicha, el folleto en cuestión – así lo define Albéniz- no
tiene mucho interés, pero lo que sí me ha parecido digno de traer a este rincón
ha sido una carta que contenía el mismo. Seguramente mi admirado profesor no se
dio cuenta de que entre las hojas del regalo que me hacía se escondía dicho
escrito, dirigido por el autor del librito al padre de quien lo puso ochenta
años más tarde en mis manos. La carta dice así:
“Barcelona
3 de marzo /99
San Pablo,
124 pral.
Sr. D.
Odon Apraiz
Mi muy querido amigo y distinguido paisano,
¡Cuántas veces, al recordar V. nuestra antigua y sincera
amistad, y mi repentino o inexcusable mutismo que nunca debió responder a los
favores y sinceras pruebas de cariño que me tiene dadas, habrá dicho para sí “un
hombre como otro cualquiera, un ingrato más, un…” no quiero pronunciar el
adjetivo que trataba de atropellar a mi lengua… porque no lo merezco, por más
que los hechos, sin conocer las circunstancias que los motivaron, acusen mi
proceder!
V. mi querido Apraiz, que aunque joven aún tanto mundo
tiene y tanto talento posee, habrá tenido ocasión de conocer seres
desventurados, a quienes hace presa en casi todos los actos la negra fatalidad,
la adversa fortuna.
Pues bien, uno de esos seres soy yo. Adquirida a fuerza
de laboriosidad y trabajo una casi fortuna y otra media heredada, con lo cual
parecíame haber podido pasar con desahogo los días de mi existencia, la
fatalidad traidora basada en una ciega confianza en casi todos los individuos
de mi, un día, buena familia, vino a dar al traste con mis fundadas y modestas
ilusiones.
No fueron bastantes para mí hado adverso la pérdida
material de todos mis intereses, sino que además, la robustez constante de mi
naturaleza quiso hacerla tributaria de su iracundia, hasta tanto que habiendo
sido imposible mi residencia en la Corte debido a que los repentinos cambios atmosféricos
con sus intensos fríos, me hicieron adquirir una bronquitis tan terrible que la
prevención facultativa me obligó a trasladar mi residencia habitual a una de las
poblaciones del litoral de nuestro Mediterráneo, optando por esta ciudad que ya
conocía y cuyo templado clima confiaba me fuera beneficioso.
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Isaac Albeniz |
Tres años se cumplirán el 21 de este mes que hace resido
en ella, reducido a la limitada pensión mensual a que he quedado reducido,
sujeto a toda clase de privaciones y hasta obligado a trabajar a mis ochenta y
cuatro años para ayudarme en las necesidades que siempre lleva consigo tan dilatada
ancianidad. Vivo olvidado de todo el mundo, sin que me sorprenda el caso. La
vejez siempre y en todas partes estorba, por más que cause honda pena el
decirlo; pero esta pena llega a hacerse insoportable, cuando se ve uno
abandonado por sus propios deudos, como de ello tiene V. algún conocimiento.
Isaac,
que habitualmente reside en París y Londres, estuvo el pasado otoño en esta
capital; nos vimos y como V. comprenderá promoví el asunto que con V. tengo
pendiente; le manifesté la imposibilidad mía para terminarlo decorosamente, con
tanto mayor motivo cuanto que al preguntarme los compromisos o deudas que mis
repetidos infortunios pudieran haberme hecho crear, le confesé ingenuamente,
como así es la verdad, que solo el sostenido con V. es el que enrojece mi
rostro por no haberlo zanjado todavía; a lo que me contestó que él no lo tenía
olvidado y que a su regreso, que sería breve, a residir de hecho en España, lo
zanjaría. Así lo espero mi buen amigo Apraiz.
A otra cosa.
El reuma, la tos y demás achaques inherentes a la
senectud, como no salgo apenas de casa, me han permitido el pasado otoño lanzar
de mi pluma cuanta hiel contenía mi corazón, en vista de los asquerosos y
nauseabundos a que nos han conducido nuestros gobiernos, nuestros jefes
militares e ilustres marinos.
Hoy recibirá V. un ejemplar que debió ver la luz en diciembre pero la Censura que pesaba sobre la prensa no tuvo a bien concederle el exequatur.
Se titula “El Pisto y Chocheces de actualidad. Léalas
con esa benevolencia que siempre le distinguió y dígnese decirme su franco parecer
al que, aunque avergonzado, tiene el gusto de contar a V. como el mejor de sus
amigos. Q.B.S.M Angel Albeniz y Gauna.
P.D: Algunos de
mis pocos amigos de ésta, me indujeron a que en la imprenta se tirasen cinco
mil ejemplares. Muchos son los que se despachan, pero no creo se llegue a ese
número. Si en ésa pudieran despacharse un par de centenares por el Kiosco de
los periódicos, se los remitiría inmediatamente, quedando a beneficio del
expendedor el 20%, vendiéndoles a 25 céntimos, como lo expresa la cubierta.
Vale”
Obviamente, si la hubo, no tengo la respuesta de Odón Apraiz Sáez del Burgo a Angel Albéniz, y por tanto no puedo certificar que la
deuda que sostenía el segundo con el primero fuera liquidada, aun a pesar de la
promesa que al parecer hizo a su padre Isaac Albéniz. El padre del compositor
murió en 1903.
Testua eta argazkiak: Josemari Velez de Mendizabal
Unos datos muy interesantes
ResponderEliminarEskerrik asko Patxi!
EliminarJosemari
Este Albéniz vitoriano es una caja de sorpresas
ResponderEliminarY que lo digas, Paco.
EliminarJosemari