jueves, 6 de enero de 2022

EL SILENCIO DE VICENTE GOIKOETXEA EN LA MÚSICA DE MADRID / GOIKOETXEA MADRILEN ISILPEAN EDUKITZEKO ARRAZOIA

Sabin Salaberri musikaria ostera agertzen zaigu txoko honetara bere gai kuttun batekin: Bizente Goikoetxea. Hurbildik ikertu du Salaberri Urrezko Zeledonak Goikoetxearen musikaren nondik norakoa eta oraingo ekarpen berri honetan gako bat ematen digu,  Espainiako hiriburuaren eraginpeko zirkuluetan bere herrikidearen musika hedapen murritza ulertzeko. Berriz ere, bihoakio gure eskerrona Sabini, bere publikapenekin egiten digun ohorea dela eta.

Bizente Goikoetxea (L.Armengouren margoa)


En las conversaciones que mantuve con José Ramón Encinar en 2016 con motivo de la celebración del centenario de la muerte de Vicente Goikoetxea, el director de orquesta me manifestaba su extrañeza de la escasa, por no decir nula, presencia del nombre de Goikoetxea, que él consideraba notable compositor de música religiosa, en el mundillo musical madrileño. Al contrario de lo que sucedía en Barcelona, donde el Orfeó Catalá, los distintos grupos corales y, sobre todo, la Escolanía del Monasterio de Montserrat, programaban con asiduidad obras del compositor alavés tanto en actuaciones como en grabaciones.

Añadí, por mi parte, que esta anomalía era aún más notoria, teniendo en cuenta que Nemesio Otaño, discípulo predilecto de Goikoetxea, su “más auténtico hijo espiritual”, fue durante años dueño y señor absoluto del entramado musical madrileño. Sin embrago, durante su estancia en Madrid no movió un dedo por resalta la figura de suqueridísimo e inolvidable maestro don Vicente Goikoetxea” (1)

Nemesio Otaño trabó con Goikoetxea en Valladolid, entre 1903 y 1907, una estrecha relación de admiración y afecto. La comunicación entre ambos continuó despué sa través de una abundante, rica y cordial correspondencia. Con ocasión de la jubilación de su maestro en 1915, Otaño escribió encendidas alabanzas sobre “nuestro jefe y maestro… jefe espiritual en arte” (2). En 1916, en el solemne homenaje rendido a Goikoetxea en Aramaio, Otaño en un párrafo lleno de vigor, declara que todo cuanto sabe y ha hecho hasta ahora, lo debe al gran Goikoetxea, de quien tomaba consejo “como padre cariñoso y experimentado”. Atribuye a su maestro una “inspiración, arte y sabor religioso a unas alturas, a que en España apenas nadie ha llegado y en el extranjero muy pocos” (3). Ese mismo año dedicó a Goikoetxea su Elegía para órgano con la emotiva leyenda: "A la santa y dulcísima memoria de mi maestro" (4)

Cuando, años más tarde, se estableció en Madrid, y no volvió a mencionar a su “queridísimo e inolvidable maestro”. ¿Qué pasó?

Tras la muerte de Goikoetxea en 1916, Otaño se propuso escribir una biografía, “la más completa posible, pues nadie como yo estaba en condiciones de hacer una biografía del maestro… hubiera podido decir muchísimas y muy interesantísimas cosas. Conocía de él no solo lo que vi y aprendí en mi trato continuo con él desde el año 1903 hasta su muerte, sino lo que de toda su vida supe por referencias directas suyas y por no pocas noticias que de él recogí por sus más íntimos amigos” (1)

Para elaborar este trabajo, Otaño recabó de la familia de don Vicente y del cabildo de la catedral de Valladolid todo el material posible de documentos, cartas y partituras. “Pero ocurrió por aquel tiempo un incidente… que me imposibilitó el poder llevar a cabo mis propósitos. El Sr Valdés… me exigió la entrega de todo el material biográfico que había reunido. Me quedé sin documentación alguna para este trabajo y tan disgustado de la desconsideración que se tuvo conmigo, después de haber sido el más auténtico hijo espiritual del difunto maestro… Siempre me pareció incomprensible esa conducta que conmigo tuvo Valdés” (1)

Desde este momento quedó rota toda relación entre Otaño y los Valdés Goikoetxea.

Nemesio Otaño
Me aventuro a sugerir, que en este desencuentro pudo haber pesado el sentir político de las partes. En mi trato con don Julio Valdés, nuestro profesor de armonía, nunca percibí signo alguno de ideario político. Pero su hermano Alejandro militó activamente en las filas del nacionalismo vasco. Fue concejal nacionalista de Lekeitio; se tuvo que exiliar 1937; en Francia colaboró como compositor con el grupo Eresoinka. Al estallar la guerra mundial marchó a Venezuela, donde residió durante 16 años. Entre sus composiciones destacan varias de neto sabor euskaldun.

Nemesio Otaño al contario, por ideología propia o tal vez afectado por la disolución de la Compañía de Jesús en 1931, no ocultó su interés por la sublevación de las tropas franquistas. En recompensa, Franco le confió en 1939 la responsabilidad para la organización de la vida musical del Régimen. Otaño pareció el hombre idóneo para coordinarlas múltiples tareas propagandísticas y educativas relacionadas con la música. Tuvo a su disposición durante una década los cargos claves de la vida musical madrileña: catedrático de Folclore y director del Conservatorio Nacional de Música (a pesar de que los nombres de Joaquín Turina y Manuel de Falla sonaban fuerte para este puesto); Comisario de la Música; director de la sección de música del Consejo Superior de Investigación Científica; presidente del Consejo Nacional de Música, así como de la Orquesta Filarmónica, cuyo primer concierto tras la guerra dirigió él mismo. Asimismo, colaboró con prensa y radio, así como con la Academia de Bellas Artes y el Consejo de Educación Nacional.

En 1943 ingresó en la Academia de Bellas Artes de San Fernando. Asumió la dirección de la revista Ritmo y a su iniciativa se debe la creación del Instituto Nacional de Musicología: sus trabajos al respecto serían objeto de una campaña publicitaria acompañada de una Memoria musicológica, culminando en 1939 en la edición de la antología Toques de Guerra del Ejército Español dedicada a Franco. Del mismo tiempo son Himno de Franco y Desfile Militar. Más tarde Otaño comenzó una inacabada misa fúnebre con el llamativo título Requiem por los caídos de las Brigadas Navarras, comenzada en Salamanca, sede del “Gobierno de la Nación”, adonde Otaño se trasladaría en 1937 para hacerse cargo de sus nuevas obligaciones. Es autor de la sintonía que utilizó Radio Nacional de España en sus informativos (“partes”) del mediodía y de la noche durante los 40 años del franquismo. A través de la revista Ritmo, sugirió en 1941confiar a las autoridades civiles y eclesiásticas el control sobre las emisoras de radio, para garantizar el cumplimiento de la prohibición de la música negra ordenada por él.

Triunfó en Madrid. Le llovieron reconocimientos y lisonjas. En 1941 fue condecorado con la Gran Cruz de Alfonso X además de ser nombrado hijo predilecto por su pueblo natal, Azkoitia. En esta trayectoria se olvidó totalmente de su “queridísimo e inolvidable maestro”, de quien “había sido el más auténtico hijo espiritual”. Vicente Goikoetxea quedaba relegado a otra órbita.

 

(1)  Carta del P. Nemesio Otañoa D. José María Zapirain(1954/04/28).- Archivo Histórico del Santuario de Loyola, Fondo Otaño.- 017/004.005.

(2)  Música Sacro-Hispana. Abril de 1915.

(3) Música Sacro-Hispana. Octubre de 1916.

(4) Esteban Elizondo. Cien años de música para órgano.Duo Seraphin,Donostia/San Sebastian, 2008

 Argazkiak: JMVM, Eresbil

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