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Jose Mari Bastida "Txapi" |
Nuevo e interesante trabajo de Jose Mari Bastida "Txapi"
Jose Mari Bastida "Txapi"ren artikulu berri eta interesgarri bat.
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Si paseamos por la
plaza del General Loma y nos fijamos en la entrada del número siete, situada a
la parte derecha de la iglesia conocida como de San Antonio, veremos en su
parte superior la inscripción "Convento de la Inmaculada" grabada en
la piedra.
Efectivamente, tanto
este convento como la iglesia tienen esa advocación o su sinónima de Purísima
Concepción y no la de San Antonio con que habitualmente son distinguidos. Ello
se debe a que uno de los siete altares que tiene el templo, además del mayor,
está dedicado a San Antonio de Padua, acudiendo a él con especial fervor los
vecinos. A ese respecto, el historiador Joaquín José de Landazuri, escribía en
1780: "Esta singular devoción con San Antonio ha ocasionado que sea este Convento
más conocido con el nombre de San Antonio que con el de la Concepción.
Celébrase la Novena de éste con Sermón Panegírico de sus excelencias..."
La licencia para la
edificación del convento fue dada por el ayuntamiento en el año 1608. Había sido
solicitada por María Ana Vélez de Guevara, condesa de Tripiana, en su calidad
de tutora y curadora de Ana María de Álava, su hija, y de don Carlos de Álava,
su marido. El fin de la construcción era para que fuera utilizado por los
franciscanos recoletos. La muerte de la bienhechora, ya viuda, y la
interpretación testamentaria, en la que figuraban los carmelitas descalzos en
segundo orden, para el caso de que no lo ocupasen o lo dejasen los recoletos,
promovió un largo litigio entre frailes, en el que llegó a intervenir hasta el
Papa Urbano VIII, que dio la razón a los franciscanos recoletos. Debido a estos
problemas, éstos no ocuparon el convento hasta 1648, a pesar de que las obras
habían finalizado en 1623.
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Convento de la Inmaculada el 15 de abril de 1962 poco antes de su derribo.
(Autor: ARQUÉ/Archivo Municipal de Vitoria-Gasteiz) |
Durante el siglo XIX,
con sus guerras, el convento fue abandonado por los frailes. En 1834, como
consecuencia de la ley desamortizadora del general Mendizábal, fue incautado
por el estado, al igual que los demás, con el fin de ser utilizado para fines
militares. El conde de Ezpeleta, en nombre de su esposa, la marquesa de
Montehermoso, sucesora de los vínculos de las casas de Tripiana y Mortara, hizo
valer sus derechos al existir en la fundación una cláusula de reversión a la
familia. El ejército siguió utilizándolo, pero pagando una renta, según un
documento fechado en abril de 1836. Al finalizar la guerra carlista en 1839, el
convento servía como cuartel de artillería y la iglesia estaba ocupada con
efectos del parque de ingenieros. Los condes de Ezpeleta, deshecho el
compromiso fundacional al no habitar los frailes en el convento, decidieron
venderlo, reservándose la iglesia. Su representante, Fausto María de Asteasu,
realizó la operación en 1846, dividiendo el convento en dos partes marcadas por
la pared maestra del claustro: la parte que daba a la actual calle General
Álava fue adquirida por Melchor Carpintero y la lindante con la iglesia, por
Felipe Pereda.
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Aspecto de la Iglesia y convento de la Inmaculada en el siglo XIX.
(Autor anónimo/Archivo Municipal de Vitoria-Gasteiz) |
Las Clarisas estaban
ya establecidas en nuestra ciudad en 1247, según Landazuri. El convento de
Santa Clara y sus terrenos anejos comprendían la calle Becerro de Bengoa, el
actual Parlamento y parte de los jardines del parque de la Florida, hasta el
banco corrido de piedra. La iglesia, adosada a él, ocupaba parte del triángulo
formado por la manzana de casas bordeada por las calles Prado, Becerro de Bengoa
y plaza del General Loma. Incautado todo ello por el estado durante la guerra
carlista, a su finalización fue comprado por el ayuntamiento en 1841. Sin
embargo, siguió siendo utilizado por la guarnición. En abril de 1846, se
discutió la conveniencia de demolerlo y enajenarlo para la construcción de
casas. Afortunadamente, no salió adelante el proyecto. En 1850, las religiosas
solicitaron que se les devolviera parte del convento de Santa Clara para su
uso. El ayuntamiento denegó la petición; pero al año siguiente, arrendó la
parte del convento de la Inmaculada o San Antonio de la que era propietario
Felipe Pereda para que fuera habitado por las monjas. Pero éstas querían
regularizar su situación de forma que tuvieran un lugar estable. El
ayuntamiento, condescendiente, realizó un convenio con el propietario para
adquirir su parte. Autorizada la venta por Real Orden de 15 de agosto de 1853,
se firmó la escritura el 30 del mismo mes. Al día siguiente, era cedida a las
monjas en usufructo. Paralelamente a estos acontecimientos, la Marquesa de
Montehermoso cedió en 1851 la iglesia a la ciudad para el culto, con el pago de
un pequeño canon en señal de dominio.
El convento primitivo
fue derribado en 1962, construyéndose uno nuevo, una residencia sacerdotal y
unos locales comerciales.
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