Sabin Salaberri musikaria ostera agertzen zaigu txoko honetara bere gai kuttun batekin: Bizente Goikoetxea. Hurbildik ikertu du Salaberri Urrezko Zeledonak Goikoetxearen musikaren nondik norakoa eta oraingo ekarpen berri honetan gako bat ematen digu, Espainiako hiriburuaren eraginpeko zirkuluetan bere herrikidearen musika hedapen murritza ulertzeko. Berriz ere, bihoakio gure eskerrona Sabini, bere publikapenekin egiten digun ohorea dela eta.
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Bizente Goikoetxea (L.Armengouren margoa) |
En las
conversaciones que mantuve con José Ramón Encinar en 2016 con motivo de la
celebración del centenario de la muerte de Vicente Goikoetxea, el director de
orquesta me manifestaba su extrañeza de la escasa, por no decir nula, presencia
del nombre de Goikoetxea, que él consideraba notable compositor de música
religiosa, en el mundillo musical madrileño. Al contrario de lo que sucedía en
Barcelona, donde el Orfeó Catalá, los distintos grupos corales y, sobre todo,
la Escolanía del Monasterio de Montserrat, programaban con asiduidad obras del
compositor alavés tanto en actuaciones como en grabaciones.
Añadí, por mi
parte, que esta anomalía era aún más notoria, teniendo en cuenta que Nemesio
Otaño, discípulo predilecto de Goikoetxea, su “más auténtico hijo espiritual”, fue
durante años dueño y señor absoluto del entramado musical madrileño. Sin
embrago, durante su estancia en Madrid no movió un dedo por resalta la figura de
su “queridísimo e
inolvidable maestro don Vicente
Goikoetxea” (1)
Nemesio Otaño trabó
con Goikoetxea en Valladolid, entre 1903 y 1907, una estrecha relación de
admiración y afecto. La comunicación entre ambos continuó despué sa través de una
abundante, rica y cordial correspondencia. Con ocasión de la jubilación de su
maestro en 1915, Otaño escribió encendidas alabanzas sobre “nuestro jefe y maestro… jefe espiritual en
arte” (2). En 1916, en el solemne homenaje rendido a Goikoetxea en Aramaio,
Otaño en un párrafo lleno de vigor, declara que todo cuanto sabe y ha hecho
hasta ahora, lo debe al gran Goikoetxea, de quien tomaba consejo “como padre cariñoso y experimentado”.
Atribuye a su maestro una “inspiración,
arte y sabor religioso a unas alturas, a que en España apenas nadie ha llegado
y en el extranjero muy pocos” (3). Ese mismo año dedicó a Goikoetxea su Elegía
para órgano con la emotiva leyenda: "A
la santa y dulcísima memoria de mi maestro" (4)
Cuando, años
más tarde, se estableció en Madrid, y no volvió a mencionar a su “queridísimo e
inolvidable maestro”. ¿Qué pasó?
Tras la muerte
de Goikoetxea en 1916, Otaño se propuso escribir una biografía, “la más completa posible, pues nadie como yo
estaba en condiciones de hacer una biografía del maestro… hubiera podido decir
muchísimas y muy interesantísimas cosas. Conocía de él no solo lo que vi y
aprendí en mi trato continuo con él desde el año 1903 hasta su muerte, sino lo
que de toda su vida supe por referencias directas suyas y por no pocas noticias
que de él recogí por sus más íntimos amigos” (1)
Para elaborar este
trabajo, Otaño recabó de la familia de don Vicente y del cabildo de la catedral
de Valladolid todo el material posible de documentos, cartas y partituras. “Pero ocurrió por aquel tiempo un incidente…
que me imposibilitó el poder llevar a cabo mis propósitos. El Sr Valdés… me
exigió la entrega de todo el material biográfico que había reunido. Me quedé sin
documentación alguna para este trabajo y tan disgustado de la desconsideración
que se tuvo conmigo, después de haber sido el más auténtico hijo espiritual del
difunto maestro… Siempre me pareció incomprensible esa conducta que conmigo
tuvo Valdés” (1)
Desde este
momento quedó rota toda relación entre Otaño y los Valdés Goikoetxea.
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Nemesio Otaño |
Me aventuro a
sugerir, que en este desencuentro pudo haber pesado el sentir político de las
partes. En mi trato con don Julio Valdés, nuestro profesor de armonía, nunca
percibí signo alguno de ideario político. Pero su hermano Alejandro militó
activamente en las filas del nacionalismo vasco. Fue concejal nacionalista de
Lekeitio; se tuvo que exiliar 1937; en Francia colaboró como compositor con el
grupo Eresoinka. Al estallar la guerra mundial marchó a Venezuela, donde residió
durante 16 años. Entre sus composiciones destacan varias de neto sabor
euskaldun.
Nemesio Otaño
al contario, por ideología propia o tal vez afectado por la disolución de la
Compañía de Jesús en 1931, no ocultó su interés por la sublevación de las
tropas franquistas. En recompensa, Franco le confió en 1939 la responsabilidad
para la organización de la vida musical del Régimen. Otaño pareció el hombre
idóneo para coordinarlas múltiples tareas propagandísticas y educativas
relacionadas con la música. Tuvo a su disposición durante una década los cargos
claves de la vida musical madrileña: catedrático de Folclore y director del
Conservatorio Nacional de Música (a pesar de que los nombres de Joaquín Turina
y Manuel de Falla sonaban fuerte para este puesto); Comisario de la Música;
director de la sección de música del Consejo Superior de Investigación
Científica; presidente del Consejo Nacional de Música, así como de la Orquesta
Filarmónica, cuyo primer concierto tras la guerra dirigió él mismo. Asimismo,
colaboró con prensa y radio, así como con la Academia de Bellas Artes y el
Consejo de Educación Nacional.
En 1943 ingresó
en la Academia de Bellas Artes de San Fernando. Asumió la dirección de la
revista Ritmo y a su iniciativa se debe la creación del Instituto Nacional de
Musicología: sus trabajos al respecto serían objeto de una campaña publicitaria
acompañada de una Memoria musicológica, culminando en 1939 en la edición
de la antología Toques de Guerra del Ejército Español dedicada a Franco.
Del mismo tiempo son Himno de Franco y Desfile Militar. Más tarde
Otaño comenzó una inacabada misa fúnebre con el llamativo título Requiem por
los caídos de las Brigadas Navarras, comenzada en Salamanca, sede del “Gobierno
de la Nación”, adonde Otaño se trasladaría en 1937 para hacerse cargo de sus
nuevas obligaciones. Es autor de la sintonía que utilizó Radio Nacional de
España en sus informativos (“partes”) del mediodía y de la noche durante los 40
años del franquismo. A través de la revista Ritmo, sugirió en 1941confiar a las
autoridades civiles y eclesiásticas el control sobre las emisoras de radio,
para garantizar el cumplimiento de la prohibición de la música negra ordenada
por él.
Triunfó en
Madrid. Le llovieron reconocimientos y lisonjas. En 1941 fue condecorado con la
Gran Cruz de Alfonso X además de ser nombrado hijo predilecto por su pueblo
natal, Azkoitia. En esta trayectoria se olvidó totalmente de su “queridísimo e
inolvidable maestro”, de quien “había sido el más auténtico hijo espiritual”.
Vicente Goikoetxea quedaba relegado a otra órbita.
(1)
Carta del P.
Nemesio Otañoa D. José María Zapirain(1954/04/28).- Archivo Histórico del
Santuario de Loyola, Fondo Otaño.- 017/004.005.
(2)
Música
Sacro-Hispana. Abril de 1915.
(3) Música Sacro-Hispana. Octubre de 1916.
(4) Esteban
Elizondo. Cien años de música para órgano.Duo Seraphin,Donostia/San
Sebastian, 2008
Argazkiak: JMVM, Eresbil