jueves, 9 de abril de 2020

TEODOSIA DEUNAREN LIZARRAK. ARBOLA ETA ARBOLAK ADIERAZTEN DUEN MIRISMENA - LOS FRESNOS DE SANTA TEODOSIA. EL ÁRBOL COMO REPRESENTACIÓN VENERADA



Leku sakratu guztiek heuren zaindariak ote dituzte?
Horrela bada Teodosia Deunaren  baselizak badauzka bereak: parean dauden lizarrak hain zuzen. 

Done Bikenditik edota Iturrieta aldetik ailegatzen  garenean, lizar sendo eta dotore hauek aspalditik agurtzen digute.  Erromeria egunetan, eguzkitsuak izanez gero, bertan prestatzen den tabernetan, hizketan aritzen direnei freskura ere luzatzen diete 

Indoeuropear kulturetan zuhaitzaren mirespen nagusia izan da, herri gehienen artean arbola zerbait sakratu bezala hartu da, bereziki zeltiar eremuan eta euskal kulturan ere bai. Hori dela eta arbola beti jainkoekin lotu da. Gaur egun hori aldatu bada ere zuhaitzak herriarentzako sinbologia berria dauka. Naturarekiko lotura berri bat sortu du gure gizartean; ekologia eta ingurune orekatuagoa dira gaur egungo baloreak, eta zalantzarik gabe esan daiteke arbolak giza bizitzan  garrantzia  jarraitzen duela izaten. 

Después de acceder a de Santa Teodosia, bien desde San Vicente de Arana o desde la carretera de Iturrieta, en un día soleado la sombra que nos ofrecen los viejos e imponentes fresnos que se encuentran detrás de la ermita se agradece. Bajo sus ramas se entablan las conversaciones de los conocidos de distintos pueblos de la comarca, se compran exquisitos quesos o se beben unos vasos de vino en la taberna preparada para la romería. No olvidemos que una de las funciones de la romería, y la reunión bajo los fresnos es un ritual más de la misma, es fomentar la cohesión e identidad de los habitantes de la zona, Roitegi, Onraita, Valle de Arana y aldeas de la Llanada que comparten los pastos comunales de la “Parzonería de Entzia”, cuyas ordenanzas recogió de forma magistral el antropólogo alavés Josetxu Mtz. Montoya en su libro “Pueblos, ritos y montañas”.  

  
Sin duda, como ocurre con estos monumentales fresnos, el árbol ejerce su atracción, como la luna, el agua o el fuego, sobre los hombres. Un árbol nos indica que es navidad, al igual que con sus ramas celebramos las “enramadas” por San Juan o las “palmas” del Domingo de Ramos; sobre un tronco graban sus inscripciones los enamorados, sello de compromiso y reconocimiento de su mutuo afecto; la fuerte viga de roble es el sustento de nuestras casas al igual que del “gailur” del tejado;  entre sus ramas instala los “zumbeles” el cazador de palomas y tras él quien acecha al jabalí; el árbol nos proporciona el fuego del hogar, material que nos llega en forma de “suertes”; del árbol obtenían la madera Satur Vidán el yuguero; con las ramas de laurel  se decoran los balcones buscando protección, de igual manera que el tronco de haya del “mayo” pretende conjurar tormentas (“nublaos”) y granizo (“piedra”), protegiendo las cosechas;  bajo el árbol sagrado de Gernika se juraban los fueros de Bizkaia, al igual que el árbol Malato, en la localidad de Luyando, marcaba las fronteras del señorío y concitaba a los notables de Ayala; con los troncos y ramas de los árboles se quema todo lo malo de la aldea en la noche mágica de San Juan abriéndonos a un periodo de luz y fertilidad, representado por el verano... el árbol en definitiva como un elemento cargado de fuerte simbología para nuestra concepción del mundo .

        

      No podemos olvidar que, entre los pueblos indoeuropeos, especialmente en la cultura celta, el árbol ha sido un elemento venerado. Raíces, tronco, ramas y hojas, en su conjunto, eran consideradas parte de una deidad y poseían una fuerte carga simbólica, mágica, protectora o curativa. El árbol representaba también la fortaleza. Se erguía desde el suelo (allí donde se encuentra lo perecedero, reposo de los muertos, representación del infierno en su subsuelo) hacia el cielo (hacia las alturas, hacia el infinito, donde habitan los dioses y lo sagrado) como buscando al creador. Bajo él celebraban sus rituales los druidas y de él extraían pócimas y ungüentos. Figura central de la religiosidad céltica, como cuenta con erudita pasión el profesor de Deusto Dr. J. Villacorta, es precisamente, y de nuevo, la referente al "árbol de la vida".

Los árboles, para nuestros ancestros, representaban un espacio económico del cual obtener determinados elementos que podían contribuir a mejorar las condiciones de los lugareños (leña para los hogares, indispensable elemento para producir carbón, material de construcción, materia prima para objetos y mobiliario domésticos, aperos de labranza, espacios para la ganadería, lugares de caza...), y basta recurrir a un simple estudio etnográfico de nuestros usos y costumbres. Pero ello no impide constatar que también ocupaban un espacio sagrado, un espacio de contacto con lo trascendente. El árbol se convierte en cruz, la cruz que albergó a Jesucristo en su agonía y muerte. Torna, bajo la mano experta del artista, en retablo, de madera, siendo representación de la voluntad de ascender por los muros de la iglesia hacia las alturas, como si de una   alegoría de las ramas se tratara.

En la actualidad los árboles, los bosques siguen conservando su fuerte atracción para todos nosotros y también para la comunidad, para el pueblo. Quizás los dos aspectos mencionados anteriormente han perdido fuerza, pero se han incorporado otros que siguen subrayando la importancia del haya, del roble, del fresno, del arce, del chopo...se ha redefinido el monte como un espacio de clara conciencia ecológica a la vez que se utiliza como área de esparcimiento lúdico-festivo, en una nueva interpretación del tiempo de ocio. Sin duda los desastres ecológicos y la clara toma de conciencia por parte de las nuevas generaciones de la necesidad de respetar el medio en el que vivimos han contribuido a ello. Buena muestra son actividades como el Día del Árbol, jornadas micológicas, recogida de basuras en los bosques por parte de alumnos y alumnas de centros educativos, etc... Las nuevas formas de ocupación del tiempo libre también han contribuido a cambiar entre nosotros la visión del bosque. Mas que como espacio para el trabajo, es observado como posibilidad de práctica deportiva o de disfrute. Los grupos de montaña, los paseos en mountain bike y el senderismo han arrebatado el protagonismo de la actividad humana a labores tradicionales como el pastoreo, las carboneras, las limpias o la recogida de “abarras”.

        Nada permanece inalterable. Todo cambia, en estos tiempos que nos ha tocado vivir a velocidad de vértigo, pero el fresno majestuoso sigue atrayendo nuestra mirada. Son tiempos de nuevas tecnologías (Anna Harendt diría que nos acecha un futuro de tecnologías sin alma) y revoluciones informáticas, a pesar de ello, en la vida real el majestuoso árbol nos saluda al llegar a la ermita.

¿Tan solo unos fresnos?
No amigos, aunque no nos lo parezca, son mucho más que unos simples árboles.



Testua: Jesus Prieto Mendaza

Argazkiak/Fotografías: Vicente Guinea Glz. de Artaza, turismo.euskadi.eus, historiasdeayala.blogspot.com e EITB.eus/rado/radio-vitoria

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