Venezuela kalea, lehen Ameluco. |
A
los topónimos les ocurre, creo yo, algo parecido que a los seres humanos. Los
hay que desaparecieron hace tiempo; otros han llegado hasta nuestros días
estupendos y con un vigor envidiable. Algunos forman parte de la élite y sirven
para nombrar provincias, ciudades y localidades, siguen vivos en el habla de
los ciudadanos y se exhiben orgullosos en las señalizaciones de carreteras y en
los mapas. Otros, en cambio, dan nombre a riachuelos o a apartados parajes y a duras penas perviven en
boca de unos pocos lugareños o en documentos administrativos redactados con
fines urbanísticos o de obras públicas.
Algunos proceden de ‘noble’ estirpe y se han
mantenido inalterables, o casi, a lo largo de los siglos. Otros, muchos, se han
ido desgastando con el tiempo y muestran hoy una apariencia que hace dudar de
su etimología a los más conspicuos filólogos e investigadores varios.
Y
así podríamos seguir haciendo clasificaciones hasta llegar a los que, como a
las personas, les llega en un momento de su existencia su minuto de gloria.
Porque si los topónimos fueran personajes como nosotros, a muchos les
resultaría gratificante ser utilizados para nombrar una calle, seguramente
durante muchos años. Sin embargo la suerte no suele ser equitativa con todos y
la fama acostumbra a ser efímera.
Ameluku (o Ameluco) es un ejemplo de esto último. Humilde de origen, designaba
una zona situada en lo que hoy es el barrio El Pilar de Vitoria-Gasteiz. La
gloria le llegó hace cincuenta años cuando el consistorio presidido por Manuel
María Lejarreta bautizó una calle con su nombre en lo que entonces se llamaba
Polígono 2, en fase de proyecto por aquel entonces. Esto tuvo lugar el 6 de
abril de 1967. Poco después, el 5 de marzo de 1969, el ayuntamiento decidió que
la calle que había sido nominada como Venezuela,
en el cercano barrio de Txagorritxu, pasaría a llamarse San Viator con motivo de la construcción, allí mismo,
del colegio
que hoy conocemos. Y ese mismo día, de carambola, la calle Ameluco pasó a ser la actual calle Venezuela y a formar parte del limbo de los callejeros que fueron y
no son. Como suele decirse “poco dura la alegría en casa del pobre”; así son
las cosas. Curiosamente la denominación Ameluco
siguió apareciendo, aunque de forma esporádica, en el Boletín Municipal hasta, al menos, 1975. Un amiguete suyo de la
zona, Garalbide, tuvo mejor suerte,
pasó desapercibido y ha sobrevivido hasta la actualidad.
A partir de ahí, olvido total hasta
que Henrike Knörr y Elena Martínez de Madina le tributaron el recuerdo que
seguramente merecía en el erudito trabajo Toponimia
de Vitoria I Ciudad (Euskaltzaindia), donde explican su etimología que
tiene, por cierto, un cierto toque grandilocuente: «de ametz, ‘quejigo’ y luku,
‘bosque (sagrado)’». Ahí es nada
Eduardo Valle Pinedo
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