1919. Trenaren inaugurazioa |
Si algo preocupó y entristeció a
buena parte de la sociedad alavesa en 1967 fue la clausura del ferrocarril Vasco-Navarro,
que unía Bergara con Estella pasando por Vitoria, punto donde radicaba su
centro neurálgico. El origen de este proyecto ferroviario hay que buscarlo en
la segunda mitad del siglo XIX y en su puesta en práctica tuvieron mucho que
ver dos alaveses: Juan José y Joaquín Herrán, a quienes se dedicó de forma
especial —también a otros miembros de la misma familia— la calle Los Herrán, en
la que estuvo ubicada la estación denominada Vitoria Ciudad del ferrocarril que
nos ocupa. Ambos se embarcaron en la empresa de unir Vitoria con zonas más
septentrionales de Bizkaia y Gipuzkoa y a ello dedicaron buena parte de su vida
e, incluso, de su fortuna. Como no fue posible lograr la suficiente
financiación en el propio país, buscaron capitales en el extranjero,
concretamente en Inglaterra.
Así nació la empresa The
Anglo-Vasco-Navarro Railway Company Limited, que consiguió inaugurar el primer
tramo, de Vitoria a Salinas de Leniz, el 17 de febrero de 1889. Treinta años
después, el 3 de septiembre de 1919, se puso en funcionamiento la línea hasta
Bergara. Para entonces la razón social antes mencionada había dejado paso a la
administración estatal de ferrocarriles, que se hizo cargo del servicio, dados
los graves problemas económicos por los que éste atravesaba. El 23 de
septiembre de 1927 —se van a cumplir noventa
años— se inauguró la otra sección
del trazado ferroviario, la que unía nuestra ciudad con la localidad navarra de
Estella. Quedaban así comunicadas comarcas tan
variopintas como el Alto Deba guipuzcoano, la Llanada y Montaña alavesas y
Tierra Estella en el Viejo Reyno.
Joakin Herran |
Pero hace cincuenta años, en 1967, saltaron
todas las alarmas al surgir comentarios acerca del déficit que arrastraba ‘el
Vasco-Navarro’ y la necesidad de su desaparición. No sirvieron de nada las
gestiones realizadas por instituciones alavesas, guipuzcoanas y navarras ni la
oposición mayoritaria de la ciudadanía. El último día del citado año ‘el
Anglo-Vasco’, llamado también de forma cariñosa ‘el trenico’, dejó de
funcionar. Unas trescientas familias se vieron abocadas al paro y muchísimos
ciudadanos de las zonas antes mencionadas, obreros y baserritarras en su mayor
parte, se quedaron sin un medio de transporte asequible —pocos disponían en
aquellos años de vehículo propio—. Lo mismo les ocurrió a tantos y tantos
montañeros, pescadores de cangrejos y asiduos a las fiestas de los pueblos del
recorrido. Nadie comprendía las prisas por suprimir un servicio público de gran
interés social sin haber hecho antes un estudio más detallado de las posibles
soluciones a la falta de rentabilidad aducida. Imposible entender el cierre
cuando los propios trabajadores ferroviarios daban cuenta de recientes acopios
de material para la reparación y mantenimiento de diversos tramos de vía.
Venator, que
no era otro que Venancio del Val, resumió lo que suele ocurrir desde que el
mundo es mundo en situaciones como ésta al escribir en Norte Expres: «habrá quien pretenda justificar la supresión
del ferrocarril, quien con ello se sienta particularmente favorecido y hasta
quien llegue a encontrar un negocio».
En febrero de 1968 y en el mismo diario José Mari Sedano abundaba en el asunto
y, de paso, inventaba una palabra para definir lo que acababa de suceder: «Hay
cosas que no se comprenden; entre otras la del trenicidio de nuestro trenico».
Cincuenta
años después, sólo queda plasmar algunos de los recuerdos relacionados con ‘el
trenico’ que quedan en nuestra ciudad y en Álava: rutas para paseantes y
ciclistas donde antes serpentearon las vías, algunas estaciones brillantemente
reformadas para diversos usos —otras han desaparecido— y tres calles vitorianas:
la ya mencionada Los Herrán, la denominada Anglo-Vasco y la dedicada a
Alejandro Mendizábal, ingeniero que diseñó el tramo de Vitoria a Estella.
Eduardo Valle Pinedo
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Argazkiak: Gasteizko Udal Artxiboa
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